sábado, julio 20, 2024
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Los viajes ‘todo pagado’ de los periodistas

Es ético que los dueños de los medios de comunicación y periodistas acepten una invitación a viajar, con todo pagado por el gobierno o la empresa privada?

Al analizar está pregunta, de inmediato recuerdo al gran maestro del periodismo inglés David Randall, quien es tajante en el tema: jamás un reportero o directivo de un medio debe aceptar una invitación, sea esta cualquiera, porque .
Es decir, no hay almuerzo gratis.

Cuando un medio recibe una invitación y la acepta, tácitamente acata las reglas del juego: voy invitado, me sirven a cuerpo de rey, me pagan todo?
O, ¿debo escribir solo lo bueno de quienes me invitaron, ya sea una empresa, un organismo o personaje del poder económico, político o institución que me ha llevado de paseo, me ha pagado el hotel, la comida y el cupo en el avión?

Resulta común que los periodistas viajen como invitados a conocer una megaobra.
Sucedió en los tiempos de oro de la poderosa empresa brasileña Odebrecht, que construía grandes cosas y no tenía rubor frente a los periodistas invitados cuando se autoproclamaba la constructora más grande de América Latina.
Cuando estallaron los escándalos originados por esa empresa cayeron presidentes, ministros, asesores, secretarias, propietarios de medios, periodistas y todas aquellas personas que tuvieron que ver con la enorme red de corrupción, coimas y sobornos en sonados casos judiciales que también se registraron en varias naciones de América Latina.

Por eso, cuando el medio o el periodista reciben la invitación… deben analizarla con serenidad y visión.
Deben preguntarse con suspicacia: ¿esto es bueno para la reputación de mi empresa, para mí o solo cortesía que terminará favoreciendo la imagen del invitante?
Analizar, con cabeza fría, ¿qué cortesía estamos realmente aceptando?
¿Es importante lo que iríamos a visitar?
¿Hay una intención oculta –todos tenemos una, para bien o para mal– detrás de la invitación con todo pagado –pasajes de avión, paseos por museos y sitios turísticos importantes y, por supuesto, desayunos buffet en el hotel y comidas en restaurantes de primera categoría–?

Los gobiernos o las empresas anfitrionas compran nuestra pluma y nuestra conciencia para que escribamos sobre lo que les interesa que se difunda.
Es decir, para engañar a nuestra audiencia de radio, prensa, televisión y digital que, más temprano que tarde, entiende que su medio favorito es mentiroso, corrupto y carece de ética, aunque todos los días pregone lo contrario.

Si se trata de eso, el medio o el periodista también deben ser tajantes: rechazar la invitación.
Si aceptan viajar, recibir de la empresa un trato VIP y asumir las consecuencias… lo pagarán con arrepentimiento triste y lamentos interminables toda su vida.
Cualquiera les llamará en la calle, con razón y merito, corruptos.
Y sus hijos y familias sentirán la situación en carne propia

¿Cuáles son esas consecuencias?
Si se acepta el viaje sin condiciones, es decir sin un acuerdo previo de que, en ningún caso deberá obligar al medio o al periodista escribir sobre el tema de la invitación.
Es una buena manera de curarse a tiempo. Aunque es evidente que al gobierno o la empresa anfitriona no le gustará la idea y desistirá de su intención.
Además, y lo más valioso, respetará al medio y a los profesionales de la noticia que laboran en él.

Pero esto que acabamos de decir es casi una utopía porque, en general, un gran porcentaje de medios y periodistas –especialmente latinoamericanos– aceptan que al volver del viaje y sentarse frente a la computadora lo que escribirá será en función y en el mismo nivel de la forma en que fueron tratados.
Eso no existe en el periodismo estadounidense ni europeo, donde los dueños de medios importantes se rigen por códigos rígidos morales porque compiten y mantienen un fuerte liderazgo ante su público.
Saben que si defraudan la confianza de la gente perderán la credibilidad que gozan y disfrutan, y que tanto les ha costado.
De eso viven… y les va muy bien.

Hay un acuerdo tácito, en todo caso, según las normas éticas del periodista, para que de ninguna manera sea obligatorio y mandatorio.
Sin embargo, si el periodista recibió aquel tratamiento VIP del que estamos hablando, ¿es ético no escribir sobre lo que le mostraron durante el viaje?

Lo dejo así, para que los colegas que me siguen lo piensen y me aplaudan o me insulten.
Al fin y al cabo, como decía el famoso escritor norteamericano Ernest Hemingway, «no hay nada más necesario para un periodista que llevar incorporado un detector de porquerías a prueba de los golpes que da la vida…».

Rubén Darío Buitrón,
periodista y escritor ecuatoriano.
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