jueves, diciembre 12, 2024
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Sin apoyo estatal, pero con ayuda ancestral, ciudadanos reactivan la agroecología

Tegucigalpa, Honduras (Contexihon).– Desde hace casi cuatro meses, cuando se quedaron sin fuentes de empleo, sin servicio de transporte público, sin dinero y con un Decreto Presidencial que restringe garantías constitucionales, entre estas la libertad de movilización, la madre tierra les provee alimentos para sus hogares.

Al no tener ingresos económicos, ni métodos para generarlos, un total de 15 familias de la comunidad de Azacualpita del municipio de Santa Ana, departamento de Francisco Morazán, decidieron retomar el legado histórico de su dinastía Lenca y emprendieron un proyecto comunitario para la siembra de hortalizas.

Según el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2013, el municipio de Santa Ana, posee una extensión territorial aproximada de 65 km², está conformado por 6 aldeas y 60 caseríos que totalizan una población de 17,123 personas la cual está compuesta por 8,499 hombres y 8,624 mujeres.

De acuerdo al Informe Regional 12-Centro, elaborado por el Foro Nacional de Convergencia (FONAC), en el año 2018, el Municipio se caracteriza “por proveer mano de obra de baja remuneración a la Capital: albañiles, guardias de seguridad, jardineros, jornaleros, empleadas domésticas y dependientes de pequeños negocios, entre otros”.

Durante un recorrido de 10 kilómetros, unas dos horas caminando desde el desvió de la carretera principal CA-5 hacia la comunidad de Azacualpita, Conexihon HN, conversó con Zulema Cruz, una integrante de la iniciativa sobre agroecología como mecanismo de sobrevivencia familiar.

“Son tierras familiares y la mayoría se han quedado sin fuentes de empleo, como todos aquí dependemos de un empleo en la ciudad capital, todos los días invertimos cuatro horas en el traslado a nuestros trabajos, pero desde el 15 de marzo no tenemos buses y tampoco carro propio, así que no podíamos llegar a los trabajos”, narró Zulema.

“Esto no lo dimensionan los patrones, ellos no saben nuestras realidades y por eso varios se quedaron sin trabajo, porque eso de la cuarentena es una verdadera mentira, lo único que se paró fue el transporte público, pero mis primos que se dedican a la construcción, otros jornaleros y vendedores fueron desplazados de sus trabajos porque no pudieron presentarse a falta de buses”, aseveró Zulema.

Bajo este contexto Mario Cruz, un patriarca nato de 49 años de edad, convocó a sus hermanos, sobrinos e hijos, para plantearles la idea de empezar a producir sus tierras de manera colectiva y con ello poder garantizar una soberanía alimentaria en sus núcleos familiares.

Soberanía alimentaria, legado de conocimientos ancestrales

Según narró Don Mario Cruz, hace tiempo se conformó una asociación de campesinos integrada por varias familias de la comunidad, para poder cumplir con dos objetivos: el primero aprovechar sus tierras, y el segundo poder retomar sus costumbres ancestrales lencas y así enseñarles a los niños a trabajar la agricultura.

“Manejamos dos conceptos, soberanía y seguridad alimentaria; lo segundo es producir grandes cantidades, eso hacen todos los países, sin importar sacar al campesino de sus tierras porque a los empresarios lo que les interesa es que haya comida para toda la humanidad, eso es bueno, lo malo es que les quiten las tierras a los campesinos engañándolos como a la gente del Bajo Aguan”, detalló Don Mario

“Nosotros queremos manejar la soberanía alimentaria que es cultivar nuestras tierras con los conocimientos ancestrales, utilizando abonos orgánicos que le dan más vida a la tierra, no la esterilizan, la fortalecen, para ellos usamos gallinaza o estiércol de vaca o caballo…también preparamos los biofertilizantes, el estiércol de vaca fresco sirve de abono para las plantas, se le aplican las medidas idóneas, se le combina con suero, ceniza y en 30 días tendremos un gran fertilizante”, aseguró Don Mario.

Para Don Mario la disciplina y la perseverancia son la base del éxito para los cultivos, en el campo aseguro, se encuentra todo tipo de microorganismos que descomponen la materia orgánica, ese proceso lleva mayor trabajo, pero mayores beneficios al final del camino.

“Además aquí todos trabajamos parejos, niños, niñas, jóvenes, adultos, todos somos uno solo, cada quien desde sus propios espacios y habilidad…es algo muy bonito que no le puedo explicar, aquí nadie se embolsa un peso (Lempira, moneda nacional), todo lo producido lo dividimos equitativamente y si hay remanentes los vendemos para seguir invirtiendo”, expuso Don Mario.

Según Don Mario, hubo una sobre producción de maíz, vainas de frijoles tierno, lechuga, culantro de castilla y pipianes, estos fueron vendidos a vecinos y con ese dinero se compraron herramientas de trabajo y así iniciaron el cultivo de más tierras con otro tipo de siembras.

Por ejemplo, aseguro Don Mario, por cada cosecha de maíz salen hasta tres mil elotes, los que se vendieron y con ello las 15 familias pudieron pagar la energía eléctrica de sus hogares, “entonces no llevamos dinero por concepto de salarios, pero si podemos comer e incluso saldar deudas familiares indispensables”.

Espejismo del desarrollo

La utopía del agro para los y las productores medianos y pequeños, cada día se enfatiza mas en Honduras, el sueño de Don Mario de la soberanía alimentaria a través de la agroecología marca un antes y un después en la historia del país en consecuencia de la pandemia por el COVID- 19.

La crisis sanitaria, económica y emocional ocasionada por el COVID-19, impulso un plan para incentivar el acceso al crédito agroalimentario para mitigar los accesos reales de la pandemia, mediante una línea de crédito de 90 millones de lempiras del Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda (BANHPROVI), para la reactivación del agro a través del programa “Agrocrédito 8.7”, cuya finalidad es garantizar la cadena alimenticia y generar empleo en cada zona productiva.

Agrocrédito 8.7%, en teoría cuenta con una cartera de crédito que permite financiamientos hasta 40.0 millones de lempiras para inversión y nueve millones para capital de trabajo. A través de un fideicomiso del Banco Central de Honduras (BCH) y BANHPROVI, se estima poder beneficiar a más de 2,000 productores y darle un crecimiento del 9% del sector agroalimentario con la inversión de estos créditos.

La inversión a financiar del Agrocrédito para el año 2020 es de 3,000 millones de lempiras, para garantizar el aumentar productividad, la tecnificación de la producción y el fortalecimiento a la cadena de valor. Para ello los préstamos se ajustan a la medida de cada rubro productivo, ofreciendo hasta tres años de gracia para inversión y 10 años plazos para el pago de los créditos.

El Agrocrédito seria para la propuesta de agroecología de la familia Cruz en la comunidad de Azacualpita, una buena oportunidad para fortalecer la soberanía alimentaria, pero según Don Mario todo queda en un bonito sueño, alejado de la realidad de los campesinos.

Don Mario expreso que: “Los campesinos no tenemos acceso a los préstamos, hablaron de cuatro mil millones para el agro, pero se los dieron en las manos a los militares para que los manejaran, pero no dieron parte de ese dinero que lejos está de los campesinos, por otra parte el tal bono tecnológico también es una farsa, nunca nos llegan insumos, a veces aparecen y regalan 20 libras de fertilizante, imagínese alguien que siembre una manzana de maíz y para poder mantenerla antes que produzca necesita seis quintales de urea y ellos solo dan 20 libras”.

Otro aspecto, según Don Mario, es que los campesinos no tienen acceso a las tierras.

“Aquí hay personas que abandonó sus propiedades porque les dijeron que les iban a dar grandes cantidades de dinero con el proyecto de la energía eólica, eso fue una farsa, un engaño como el que nos hicieron los españoles cambiándonos espejo por oro, hay gente que alquiló sus tierras por 50 años, entonces las transnacionales vienen encima de nosotros, quitándonos los ríos, adueñándose de los lugares fértiles donde podemos producir la comida”.

Conexihon HN, le pregunto a Don Mario sobre el proyecto del Agrocredito 8.7, a lo que respondió “Al campesino no le dan nada, el gobierno solo es propaganda, al campesino si pueden le vienen a quitar todo lo que tiene, no tenemos ayuda ni del gobierno central, menos del municipal, no tenemos derecho a esos préstamos que dicen, cuando nos acercamos nos dicen que no cumplimos los requisitos”.

La respuesta de Don Mario se hizo acompañar con un rostro desencantado de un acostumbrado a trabajar bajo las inclemencias del tiempo, con trabajos pesados y con horarios de más de 12 horas por día.

Por eso nos atrevimos a preguntarle, ¿Que haría si pudiera acceder al préstamo de Agrocredito? Su respuesta fue rápida y sencilla, “jajajajaja, si fuera cierto, no pedimos mucho, creo que lo que más nos urge es un buen sistema de riego, hacer un proyecto para guardar aguas de lluvias que se desperdician”.

En esta respuesta, culminó el recorrido en la comunidad de Azacualpita y con ello el trabajo del día de las 15 familias que se niegan a abandonar la soberanía alimentaria de sus comunidades a través de la implementación de sistemas agrícolas sostenibles que optimizan y estabilizan la producción, desde la promoción de la justicia social, el fortalecimiento de la identidad y la cultura.

 

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