Por: Alex Palencia
Después de la revolución Francesa de 1789, fecha e que en la humanidad se impuso la razón sobre el pensamiento mágico religioso. En ese mismo proceso, y cuando el pueblo se aprestaba a tomar el poder en pro de su inminente liberación, surge la ideología liberal, siendo esta una respuesta de la aristocracia a los planteamientos más revolucionarios de los Iluministas que planteaban un nuevo modelo social, una sociedad humanizada opuesta totalmente a los intereses de clase parasitaria, y que después de la revolución y apropiándose de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad se proponía crear nuevos privilegios disfrazados de conquistas sociales y de libertades individuales, enajenando de paso el pensamiento revolucionario de Locke, Rousseau, Montesquieu, Hobbes, Voltaire y otros filósofos; todos ellos plantearon la innovadora y revolucionaria idea de un » pacto entre gobernantes y gobernados, incluyendo el derecho a la rebelión de los últimos, en caso que los primeros traicionaran dicho pacto».
Pues bien el liberalismo nace como una ideología claudicante, opuesta a la idea de los revolucionarios burgueses y se convierte en la ideología de la burguesía conservadora, negando los derechos naturales del ciudadano e inventado derechos políticos y sociales, donde se privilegiaba a unos pocos y en contra de los intereses de las grandes mayorías.
Con el cuento de proporcionar y patrocinar las libertades individuales, nacen así los primeros partidos políticos, los cuales van en contra de la idea de los clubes políticos planteados por los Iluministas; Las diferencias eran más que obvias: los clubes no se regían por ningún tipo de restricción o control político o administrativo; estas eran instituciones abiertas, donde los miembros gozaban de los mismos derechos y deberes, sin importar que fueran hombres, mujeres, artesanos, académicos, obreros, campesinos, comerciantes o lumpen, e incluso no había una edad definida para pertenecer a estos: se daba el caso que a las reuniones de los clubes asistieran familias enteras (padre, madre, hijos y parientes). Sin embargo los partidos políticos de corte liberal se crearon bajo la base de principios restringidos, donde se excluía a jóvenes, mujeres, ancianos, campesinos, artesanos y obreros, bajo el concepto que quien no producía riqueza no era apto para ser labor de representación (tales como representarse a sí mismo o representar a los intereses del partido) y mucho menos ser parte del aparato administrativo del Estado; la propuesta liberal era la representatividad a través del voto, contrario a lo que proponían los revolucionarios que el poder era de y para el pueblo y donde se debían generar mecanismos para la participación directa ciudadana: referendums, asambleas y consultas abiertas, etc.
Al final, el pensamiento liberal conservador se impuso sobre al iluminismo revolucionario y campeó en toda la vieja Europa. Este modelo de organización política fue exportado a América, y en Centroamérica encontró terreno fértil en los criollos independentistas quienes se asociaron con el conservadurismo y la religión; estos hijos del más desigual de todos los sistemas (feudalismo) lo que en realidad querían era independizarse de la corona española para crear una sociedad de acuerdo a su imagen y semejanza: una sociedad donde explotaba a los pobres inmisericordemente y donde se heredaban los privilegios hasta la octava y décima generación. Durante más de 100 años el liberalismo fue la panacea con la cual se alienaron a los pueblos de América, y donde se formaron sociedades basadas en el individualismo disfrazado de libertad, teniendo como modelo de relación social y productiva la explotación intensiva del hombre por el hombre.
Con el tiempo el liberalismo fue desenmascarado tanto en Europa como en este continente. Incapaces de sostenerse sino a través de la mentira y la magia política, los librales fueron desapareciendo como tales pero reencarnando en nuevos nombres y conceptos: Liberalismo Social, Liberal Demócrata, Liberales Progresistas, Liberalismo Cristiano, etc. Solamente en los países más atrasados del continente, los liberales pudieron conservarse fuertes e impolutos: en Nicaragua, Guatemala, en el Paraguay y por supuesto Honduras, donde han vendido la idea que ellos son los abanderados de las conquistas sociales. No hay cosa más alejada de realidad histórica. En Honduras, los liberales introdujeron el Cachurequismo Carrerista guatemalteco a través de Francisco Ferrera, de hecho un aborto de esta ideología es el Partido Nacional.
Y aunque los liberales cacareen que es de ellos el crédito del seguro social, el contrato colectivo, la jornada laboral de ocho horas, vacaciones, cesantías y demás conquistas sociales y obreras, esos en realidad fueron logros de los obreros que en 1954 por medio de una huelga de tres meses llevaron a la población más explotada de este país a nuevos estadios de vida. Como corolario podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el liberalismo tiene en Centroamérica como acto más emblemático, la traición al proyecto revolucionario de Francisco Morazán y los revolucionarios jacobinos que lo acompañaron en su ideal de desmontar la superestructura de un sistema colonial feudalista.
Demás está decir; que en el 2009, la decadente ideología liberal se evidenció en Honduras tal cual es, al no poder comulgar con el camino planteado por la nueva tendencia revolucionaria en América, proceso en marcha por unir a los pueblos latinoamericanos como bloque fuerte y sólido en defensa de los intereses de las gran mayorías, para enfrentar el avasallamiento político, militar y económico a que ha sido sometido el continente durante los últimos cien años por el imperio norteamericano.
Los liberales haciendo eco del oscurantismo del cual ellos nacieron, se prestaron a los intereses hegemónicos de los Estados Unidos en la región dando un golpe de Estado a quien ingenuamente pensaba que el liberalismo era una ideología de vanguardia, caro pago su error el señor Manuel Zelaya Rosales, el cual casi le cuesta hasta la vida, los liberales hondureños liderados por Carlos Flores Facuse y Roberto Micheletti Bain, quiénes desde la oscuridad de la noche bajo el patrocinio y acesoramiento de los gringos manobriaron para boicotear el Alba y frustrar así un nuevo amanecer del pueblo hondureño por buscar mejores condiciones de vida.
Pero esa historia es más vieja de lo que parece, de golpista y dictadores liberales está lleno el camino de nuestras desgracias, liberal era el primer golpista de nuestra historia Centroaméricana, Manuel José Arce al solo comienzo de la federación y Rafael Carrera después de la misma en Guatemala, y más acá, ya en el siglo XX, Rafael López Gutiérrez en Honduras, Jorge Ubico en Guatemala, y todos los Somoza en Nicaragua. Sin olvidar que el dictador Tiburcio Carías Andino fue un aborto del liberalismo donde empezó sus incursiones políticas delincuenciales en perjuicio de la hondureñidad, y que el pajarito cantor de pechito rojo y blanco (Ramón Villeda Morales) en realidad se dio un auto golpe de Estado a diez días de las elecciones, solo para entregar los destinos de la patria de una vez por todas a los militares incondicionales de los norteamericanos, quienes gobernaron aplastando cabezas con sus botas por casi veinte años.
Y después el liberal Suazo Córdova quien prestara él territorio hondureño para agredir al hermano país Nicaragüense, opuesto al control hegemónico de Estados Unidos en la región, pues bien, el presidente de los calzones rotos y estirados “protegido” de la virgencita del Perpetuo Socorro (las miserias mentales no conocen límites), también intento quedarse a través de un auto golpe de Estado contraviniendo de nuevo al tan cacareado orden democrático.
La historia no olvida: está condena o absuelve.