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La redada de Trump

 
Washington DC, 13 de julio de 2019. La indignación contra el encarcelamiento de niños en los Estados Unidos hace eco en la Casa Blanca, a través de varias organizaciones de derechos humanos que se han manifestado en la capital estadounidense contra las políticas migratorias de Donald Trump.
 
Voces judías para la paz es una de estas organizaciones, quienes recientemente realizaron una protesta en el capitolio de ese país.

Para está organización el encarcelamiento de alrededor de 13 mil niños centroamericanos que están diseminados en todo el país norteamericano es muy similar a lo que sucedió en la segunda guerra mundial, en donde se encarceló y torturó a la comunidad judía-ashquenazi

La historia se repite en la nación de la estatua de la libertad y cuyo icono libertario solo se resume en eso, en una estatua.

“Nuestros antepasados vinieron a este país en busca de refugio, huyendo de la segunda guerra mundial, no es justo lo que sucede con los inmigrantes centroamericanos” afirmó el rabí de origen judío Joseph Berman, quien participó en la protesta realizada en el capitolio de este país.

El discurso de Donald Trump sigue manteniendo su odio visceral contra la población migrante a quien trata de invasores y delincuentes.

Sin embargo, el apoyo gubernamental de Washington para con las dictaduras que impulsan la violencia y el trato inhumano o degradante en los países latinoamericanos sigue siendo la agenda de Donal Trump, tal y como fueron sus anteriores predecesores como Barak Obama, George W. Bush y demás gobiernos del pasado estadounidense que solo han cumplido con la doctrina Monroe y cuyo contexto dictamina invasiones.

Ante ello, una minoría estadounidense, se preocupa por las aberraciones que comete Trump, puesto que el bombardeo mediático se encarga de diseñarles otra realidad paralela a gran parte de su población, que desconoce los efectos de las políticas exteriores de su gobierno.

La minoría consciente pertenece a organizaciones que mantienen un pensamiento progresista, según la cosmovisión del estadounidense promedio.

Sin embargo, el constructo social de una sociedad fundada en los ideales capitalistas, parecieran derrumbarse sigilosamente, ya que es inevitable cubrir las acciones fascistas de un presidente tan polémico como lo es, Donald Trump.

Acciones que son compartidas e imitadas por su homólogo brasileño Jair Bolsonaro quien recientemente visitó Washington para afianzar sus relaciones con su par, y hablar sobre el nombramiento de su hijo, Eduardo Bolsonaro, como nuevo embajador de Brasil en los Estados Unidos.

La amistad de los dictadores es tal, que Trump felicita las “labores” que hace Bolsonaro como presidente del gigante latinoamericano, aunque los reportes de ese país describen una crítica situación de violación a los derechos humanos, y el declive de la economía brasileña.

La agenda dentro de la reconfiguración del nuevo orden mundial, con políticas económicas de beneficio hacia la minúscula elite financiera que gobierna cada nación, como en Brasil y según como lo demanda Washington, funciona a la perfección para la clase pudiente de cada país, pero en detrimento de las grandes mayorías.

Mayorías poblacionales que huyen de sus países como producto del narcotráfico, delincuencia, crimen organizado y un excesivo cambio en las temperaturas que han venido dañando gradualmente sus producciones agrícolas, a consecuencia de los climas que ha impuesto el capitalismo.

Estos climas son producto de la explotación desmedida de los recursos naturales en beneficio de transnacionales cuyo capital es de origen estadounidense, convirtiéndose esto en una de las razones del desplazamiento forzado.

Hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres es parte de esta lógica genocida que sigue presionando para que sus ciudadanos, se lancen al éxodo de la esperanza provocado por la tribulación que viven en sus países.

La guerra en Siria y Libia, apoyada por el premio nobel de la paz, Barack Obama, sigue produciendo exiliados que buscan refugio en la Unión Europea al igual que algunos países africanos, cuyas poblaciones se aventuran en el mediterráneo para llegar a costas europeas, a tal punto que han sacrificado hasta sus vidas en este arriesgado viaje.

Las recientes protestas que se han efectuado en Washington como la efectuada ayer frente a la casa blanca, logró reunir a cientos de estadounidenses que llegaron a condenar las inhumanas acciones de mantener a niños encarcelados en campos de concentración.

Entre consignas, discursos y lágrimas fue el ambiente que se hizo sentir frente a la Casa Blanca, en donde también fueron participes inmigrantes que han sido víctimas de estas políticas de persecución en su contra.

La politización de esta crisis humanitaria ha sido una perfecta bandera política en el discurso de Donald Trump, quien busca incansablemente reelegirse en las elecciones presidenciales de 2020 y que ya cuenta con un cierto respaldo de la sociedad estadounidense.

La recesión económica que sufre Estados Unidos, la guerra comercial con China y el posible enfrentamiento nuclear contra la nación persa de Irán, son algunos de los temas que Donald Trump ha logrado situar en un segundo plano, ya que ha fracasado en la diplomacia internacional con estas naciones y prefiere ser recordado como el presidente que encarceló a niños en campos de concentración.

Sin mencionar los fuertes lazos que mantiene con el gobierno sionista de Israel mediante el puente diplomático que ha diseñado con su yerno Jared Kushner, quien impulsa firmar a lo que llama; “el acuerdo del siglo” que busca afirmar la paz entre Palestina e Israel.

El engranaje político de Trump infelizmente cuenta con un cierto respaldo de sus ciudadanos, quienes observan pasivamente las acciones de su presidente, como la redada que hará mañana la policía de migración en todo el país para encarcelar y deportar a los inmigrantes que viven irregularmente en Estados Unidos.

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