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Un presidente de dedo en Trumpolandia

Por : Víctor Manuel Ramos

Los Estados Unidos de Norteamérica nunca aceptaron el cambio de régimen en Venezuela con motivo del triunfo arrollador, en las urnas, del Comandante Hugo Chávez. El país del Norte estaba muy augusto con las tiranías venezolanas y con los presidentes pro imperialistas que permitían -muy a su gusto, por las regalías que recibían-, la explotación inmisericorde de la riqueza petrolera por parte de las grandes transnacionales extractoras norteamericanas.

Sometieron al régimen de Chávez a múltiples agresiones económicas, hasta llegar al intento de golpe de Estado, putch que fue derrotado por la movilización popular y por la acción decisiva de las fuerzas armadas bolivarianas.

Durante todo el mandato de Chávez, Los Estados Unidos calificó al presidente venezolano de ilegítimo, a pesar de haber derrotado a la oposición en múltiples elecciones, e hizo todo, lo posible e imposible, para realizar un auténtico bloqueo a la economía venezolana, bloqueo del cual el pueblo bolivariano fue la principal víctima. Empezaron por la rebaja al precio internacional del crudo, para conducir a Venezuela a dificultades económicas y montaron una campaña internacional de desprestigio, basada en la mentira, en aplicación del guion ejecutado por los nazis durante el fascismo alemán.

Chávez, antes de hacer su traspaso a la eternidad en la historia de Venezuela, aconsejó a Nicolás Maduro como su sucesor. El pueblo, consciente de la justeza de las apreciaciones del Comandante, cumplió al orden y acudió a las urnas para elegir al Presidente Maduro.

La oposición, mandada y dirigida por el gobierno norteamericano, no aceptó lo resultados electorales y comenzó nuevamente con el canto de que Maduro era un presidente ilegítimo. Y, con la esperanza de desplazarlo del poder, organizó las guarimbas, o tomas de calles y carreteras, con un saldo de muchos venezolanos muertos y muchos bienes del Estado completamente destrozados.

Pero como el pueblo bolivariano aspira a la paz, las gurimbas fueron derrotadas nuevamente en las urnas mediante la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, convocada para que asumiera todos los poderes y recuperara la paz del país, de la República Bolivariana. La oposición tampoco aceptó su derrota, como tampoco aceptó la derrota en los comicios que reeligieron a Maduro, a pesar de que participaron, porque también sufrieron una derrota aplastante.

Los norteamericanos y sus manaderos reunidos en el Grupo de Lima, que fue convocado, con órdenes de Trump, por el corrupto presidente de Perú, aglutinó a los Presidentes de once países latinoamericanos, muchos de ellos ejerciendo con la oposición mayoritaria de sus ciudadanos y otros ejerciendo luego de fraudes electorales y violación de las leyes nacionales: tal es el caso de Juan Orlando Hernández, mantenido en la presidencia de Honduras con el apoyo de Los Estados Unidos por su posición sumisa, pero con el repudio de la mayoría de los hondureños.

Este 23 de enero, con motivo de un aniversario más del derrocamiento de la tiranía de Pérez Jiménez, la Asamblea Nacional, declarada en desacato por la Suprema Corte de Justicia Venezolana, hizo proclamar Presidente al señor Guaido, en cumplimiento de un guión elaborado por Pompo e impuesto a los países falderos del Grupo de Lima, que han procedido a reconocer al impostor, en seguida de que Trump y su Ministro de Colonias lo reconocieran como paso para indicar cuál era el camino a seguir so pena de perder las canonjías que les ofrece Gringolandia o de someterse a sanciones severas.

El pueblo de Venezuela, su presidente Nicolás Maduro Moro, la Asamblea Nacional Constituyente, la Suprema Corte de Justicia, las Fuerzas Armadas Bolivarianas y las Milicias Bolivarianas han respondido con hidalguía, dignidad y patriotismo. Fueron a las calles para demostrar que el Presidente Maduro es el legítimo mandatario de los venezolanos, electo por el pueblo y no puesto de dedo con instrucciones de Pompeo, como ha ocurrido con Guaidó, que se ha prestado para traicionar a su patria, la que forjó con su espada el Libertado Simón Bolívar.

A estas alturas nadie se llama a engaño. Venezuela está condenada por los gobiernos lacayos del imperialismo en América Latina, pero recibe el respaldo de los gobiernos dignos –México, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Bolivia y los países caribeños- y de potencias como China, Rusia, Turquía e Irán y de muchísimos países del mundo que ya vieron como la oferta de libertad y de democracia que hicieron a los libios se transformó en la peor pesadilla para el pueblo de Kadaffy.

Los norteamericanos y sus perros falderos, que no los pueblos latinoamericanos, ya se dieron cuenta que en las venas de los venezolanos corre sangre de Bolívar y que ese pueblo, junto con su Presidente y sus Asamblea Nacional, con el decidido respaldo del Ejército Bolivariano, defenderá la soberanía nacional nunca antes puesta en riesgo con una agresión descarada como la que encabeza Trump, muy similar a la agresión en contra de Guatemala y las múltiples agresiones en contra de Cuba, Panamá, Grenada, Nicaragua y República Dominicana.

Los venezolanos no quieren por ningún motivo volver a la esclavitud y el sometimiento que pretende Guaidó y sus colaboradores traidores a la patria y que actúan como instrumentos serviles de los yanquis. Hay, en el pueblo de Bolívar, la voluntad firme de luchar por la independencia y la paz. Los pueblos de América Latina sabrán decir presente para respaldar a Venezuela, porque el triunfo de Venezuela es el triunfo de América Martiana.

Tegucigalpa, 23 de enero de 2019

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