jueves, diciembre 12, 2024
InicioNoticiasOpinionesEl Cachurequismo "Una manera de pensar"

El Cachurequismo «Una manera de pensar»

Por: Alex Palencia*

 

PRIMERA PARTE

Después de diez años de infructuosa independencia en Centro América, Francisco Morazán Quesada junto a un grupo de hombres que se hacían llamar revolucionarios Jacobinos: seguidores de la línea más dura y radical de la revolución francesa; asaltan las líneas del liberalismo y se toman el poder, desplazando al reciente poder criollo asociado a la iglesia Católica, la cual abogaba por una visión del mundo dentro de parámetros simbólicos mágico religioso judeocristiano impuesto a fuerza de cruz, espada y garrote desde tiempos de la conquista española en estos pueblos. Con la llegada de Morazán al poder el 16 de septiembre de 1830, se instaura un gobierno dispuesto a desmontar el sistema colonial imperante aun después de la «independencia».

Esta no había sido más que, el artificio político y económico, de un traspaso de poder de padres a hijos. Los españoles nacidos en estas tierras, se disponen ahora a ejercer el poder político, económico y social, sin la molesta injerencia de la corona española que con sus leyes tributarias, y modo de administración feudal, menoscababa el crecimiento de una clase criolla habida de ejercer el poder absoluto sin tener que rendirle cuentas a nadie. Así aparecen en el escenario post independentista de Centroamérica, personajes que abrazan la ideología liberal: proyecto político burgués europeo, nacido después de la revolución francesa, para detener el acceso del pueblo al poder; el cual amenazaba con su emancipación absoluta de la esclavitud.

La sociedad feudal con aires de aristocracia en Centroamérica es avasallada por los miembros de la familia guatemalteca de los Aycinenas, quienes ya para 1820, ocupaban, 71 puestos públicos, incluyendo posiciones eclesiásticas. Entre todos ellos recibían anualmente la no despreciable suma de dos millones de pesos. La injerencia de esta familia en los asuntos políticos, económicos y religiosos de la región, no fueron interrumpidos con la «independencia de 1821». Al contrario; afianzaron sus posiciones dentro de los nuevos Estados, apoyando el caudillismo y encabezando ellos; a través de Mariano de Aycinena los destinos del gobierno de Guatemala.

Al llegar Morazán con los jacobinos al poder, quienes tenían como fin la construcción de un estado de derecho laico. La familia Aycinena perdió su poder y su fortuna, fue derrotada y la mayor parte de sus líderes fueron exiliados, no sin antes; hacer la lucha a toda costa, ya que anteriormente a que Morazán ganara las elecciones para presidente de Centroamérica en 1830, este había derrotado en cruentas batallas a los Aycinenas y a sus socios, la pequeña oligarquía parasitaria naciente.

Es así que; después de más de dos años de intensa lucha, en 1829 Morazán se toma Guatemala con sus soldados a los que llamó, Ejército Aliado Protector de la Ley. Esta acción tenía como objetivo restituir el orden constitucional, violado por el entonces presidente de Centroamérica el sacerdote y liberal salvadoreño Manuel José Arce, aliado para ese entonces a los Aycinena. Es en este escenario en que parece la hermana de Mariano de Aycinena, la monja María Teresa de Jesús de la Santísima Trinidad, del convento de Santa Teresa; quien desde 1816 venía diciendo que recibía cartas de ángeles, y que cada viernes el señor Jesucristo se le aparecía en el convento, manifestándole su descontento y desagrado, con aquellos que se atrevían a desafiar las autoridades de la corona española.

Ahora, las cartas y visitas de Jesús el Nazareno, señaladas por Santa Teresa, tenían como fin específico; afirmar que Morazán era el mismo anticristo, prometiendo herencia divina en la gloria eterna, a todo aquel que ayudara a su hermano en la «guerra santa» contra Morazán. Advirtiendo que aquellos que no lo hicieran se prepararan para las «profundidades del infierno». Estas elucubraciones fueron aceptadas como verdades por las autoridades eclesiásticas en Centroamérica, llegando al ridículo extremo de pedir formalmente su beatificación a la Santa Sede.

Lo anterior solo reflejaba las manipulaciones del patriarca el Marqués Mariano de Aycinena. Único individuo en Centroamérica que pudo comprar a la corona un título nobiliario. Este planteaba en la carta que le envía el 9 de diciembre de 1827 a su hijo Antonio, comandante del ejército que enfrenta al de Morazán; y entre otras cosas le dice: «si perdemos con las armas, desplegaremos aquí la del fanatismo para exaltar a este pueblo devoto y levantar de nuevo un famoso ejército. Diremos en nuestras proclamas que los enemigos no respetan la honestidad de las doncellas, los lazos conyugales, ni la inocente infancia, que todo lo asolan y destruyen; que todo lo violan y pisan, hasta lo más sagrado. Que su elemento es el robo, las depredaciones, sus deseos, hartarse de sangre guatemalteca; que los religiosos van a perecer en sus manos, las monjas, los santos y los templos, que todo será perdido si los pueblos no salen en defensa de su religión y de su patria y otras mil cosas semejantes». Más adelante sigue diciendo: «pero tampoco cesaré yo de perseguirlos, y sobre, que nuestros frailecitos con sus exhortaciones, nuestras monjitas con sus rogativas y nuestro ilustrísimo con su incomparable destreza en esta clase de negocios, serán los instrumentos que dirijan al pueblo en nuestra campaña».

Al llegar las correspondencias, que se hacían circular por toda Guatemala de la monja María Teresa a manos de Morazán, este al verlas plagadas de errores ortográficos exclamó: » por lo visto ni Santa Teresa ni el mismísimo creador, saben las más elementales reglas de la ortografía». Dando instrucciones la noche del 10 de julio de 1829 a Nicolás Raúl. Militar francés al que Morazán confiaba misiones complicadas, para que previa investigación capture y expatrie a los sacerdotes que estaban conspirando contra el nuevo gobierno federal. Y es así; que fueron a parar a Cuba junto a su máxima autoridad; el «ilustradísimo» Arzobispo Fray Casaús, 289 religiosos entre misioneros y monjes, de las órdenes: Recoleta, Dominica y Franciscana.

Es hasta 1837 que la Iglesia Católica empieza a recuperar el espacio perdido en el engranaje político, económico y social en Centroamérica. Al parecer desde las montañas de Mataquéscuintla, en el escenario político, de la mano de los padres, Francisco Aqueche y Francisco Lobo, el mestizo iletrado Rafael Carrera, quien era nieto del Marqués Mariano de Aycinena. Nacido Rafael de una relación de estupró de Antonio de Aycinena con su empleada doméstica la indígena Manuela Carrillo; la cual dio en adopción al niño a Juana Rosa Turcios, cuyo marido era de apellido Carrera. Esta pareja vivían en Mataquéscuintla, lugar donde ejercían el sacerdocio, Francisco Aqueche y Francisco Lobo; «padrecitos» que introdujeron al niño Rafael Carrera en los oscuros misterios religiosos, para después; hacer creer, que él era la reencarnación del arcángel Gabriel, y el ungido para hacerle frente, al anticristo de Morazán. Así; con apenas 23 años, sin saber leer, ni escribir, bajo la tutela y protección de Aqueche y Lobo, Carrera pudo levantar más de 40 aldeas indígenas en contra del gobierno federal de Morazán.

Siguiendo, la línea estratégica política del Marqués Mariano de Aycinena; Usar para sus fines, la superstición religiosa. Perfilan de esta manera a Rafael Carrera, quien poco a poco, fue reuniendo un ejército indígena, con el propósito de derrocar al Gobierno Federal de Francisco Morazán. El relativo éxito de Carrera en sus incursiones militares, se debió a sus estrategias de ataque, que ya Morazán había empleado en su cruzada militar entre 1827 al 1829, y que hoy se conocen como: guerra de guerrillas. De esa forma Carrera se lanzó en contra del Gobierno Federal, asesinando a sus simpatizantes y autoridades de la forma más cruel posible.

Famosas se hicieron las hordas de Carrera, por saquear ciudades completas por donde pasaban, así que, al oír de lejos los bramidos de un cacho de vaca que Carrera usaba para ordenar su destartalado ejército, los citadinos corrían horrorizados a esconderse en sus casas, mientras gritaban; «!allí vienen los cachos, allí vienen los cachos!».

Viendo los liberales, la inconveniencia para los intereses de su clase (pequeña oligarquía naciente), se disponen a traicionar a Morazán, con el cual tenían una supuesta alianza en contra del ignaro y incipiente liderazgo del joven Carrera. Reaparece entonces en la escena política de Centroamérica de nuevo la familia Aycinena, ahora liderada por el padre Juan José de Aycinena (hijo de Mariano de Aycinena), quien después de ocho años de exilio en Estados Unidos de América, regresaba para dirigir desde la oscuridad del pulpito religioso una ofensiva sin precedentes contra el gobierno federal. Como buen político se asocia en esta aventura con el encargado de negocios del gobierno Ingles en esta región, Federick Chatfield, y juntos conspiran para derrocar a Morazán, a quien; por fin logran vencer, gracias al ejército de Carrera y a la traición de los liberales, quienes habían prometido apoyo militar a Morazán para hacer frente, al asedio de Carrera contra la ciudad de Guatemala, y quien extorsionaba a sus autoridades y saqueaba la misma. Así; Morazán pierde la batalla de 1839 en esa ciudad. y luego; se ve obligado a salir al exilio.

Con la posterior muerte de Morazán en 1842 desaparece el proyecto de desmontaje de la superestructura colonial del Estado. El liberalismo criollo se une a las hordas fanático religiosas de Carrera, y junto a la pequeña oligarquía parasitaria naciente: crean en los diferentes países de Centroamérica, gobiernos dictatoriales de corte feudal y religioso; dedicándose durante 30 años a incubar una forma de pensar aferrada al pasado de la colonia española.

A la alianza de las hordas religiosas de Rafael Carrera y los liberales asociados a la pequeña oligarquía centroamericana: se institucionaliza en esta región el Conservadurismo; doctrina política de derecha, enemiga de cambios políticos y sociales; que defiende a ultranza dogmas religiosos, asociados al patriotismo o nacionalismo. En Centroamérica se le ha conocido por sus características singulares como Cachurequismo. Demás está decir, de dónde sale tan sugestivo epíteto. Y si bien es cierto; no siempre como tal, se puede determinar a este, como una ideología política definida. Aun así; podemos afirmar que es una manera de percibir, sentir y vivir la vida; desde la perspectiva mágico religiosa del cristianismo, instaurada como única y absoluta verdad del ser humano, como parámetros simbólicos de existencia.

A través de la dictadura de Rafael Carrera; la familia Aycinena logro de nuevo dominar la vida política, social y económica de Centroamérica. Para 1842 un sinnúmero de posiciones gubernamentales y no gubernamentales habían pasado a sus manos: 10 de los 30 diputados eran miembros del clan de esta familia; dos de ellos servían de vice presidentes, y 7 de los 13 funcionarios de la corporación municipal, también eran Aycinenas. Además de ejercer los principales puestos de dirección de la iglesia católica. Y así; por más de 30 años olímpicamente en Guatemala ejercieron su poder, e  influenciaron a los demás gobiernos de la región.

Después de esta época surgieron movimientos con aires de liberalismo, los cuales no pudieron desmontar el sistema heredado de la colonia. Podemos decir que estos intentos liberales estuvieron contaminados del ya instaurado Cachurequismo centroamericano. Pues; clásico de estos movimientos «emancipadores» ha sido el caudillismo a ultranza, al puro estilo carrerista. Y qué decir; del papel que la Iglesia ha jugado como columna vertebral en estos movimientos políticos y sociales, interviniendo en todos los aspectos de la vida; proponiendo como única alternativa la cosmovisión del mundo judeocristiano, contraviniendo la propuesta modernista de un estado de derecho laico, hecha por los jacobinos centroamericanos liderados por Morazán.

* Productor y compositor nacional

Artículos Relacionados

Últimas Entradas