Por: Carlos Méndez
En algún tiempo jalado por agujeros negros de almanaques olvidados, muchas personas de conductas ejemplares por su intachable honradez y honestidad, fueron bandera limpia de convivencia para sus familias, vecindarios y lo más significativo, un puñado valioso de valores humanos para la sociedad entera.
Sin idealizar inoficiosamente, hablaríamos de una descendencia de una tan sola, verbigracia, que no necesitaba,, al hacer pactos patrimoniales, firmar documento formal con ningún notario de pueblo para cumplirlos a cabalidad. Bastaba la palabra de una de las partes para que un acuerdo valiera tanto o más, que cualquier papel rubricado. Y como la mejor Escuela es el ejemplo, mucha gente con esta generación aprendió a no hacer actos que fuesen contra el bien común y la dignidad de las personas. El aprender a tocar un centavo que no fuese adquirido lícitamente a través de las manos generosas de los padres o el duro trabajo fuera de la casa, se convirtió en una religión cotidiana.
Sin generalizar, los ancestros de la primera mitad del siglo XX fueron estrictos alrededor de la honradez y la honestidad empezando por casa. Insistían en que para “ser honesto y honrado “no solo había que parecerlo sino, esencialmente serlo”. Para educar en esa forma de vida, nuestros abuelos y abuelas recurrieron a un método prusiano en donde se infringía castigos de factura militar extralimitada a todo aquel niño o niña, que apareciese en casa con un objeto o dinero sin justificación alguna.
Todavía hoy, mucha gente añora esos tiempos, que, aun con sus bondades, no compartimos para ser aplicado hoy, ya que está demostrado no funciona. Almas de “buena” intención han fracasado en el intento. La educación para la honradez y la honestidad ya no se puede ni debe hacer con ninguna instrucción autoritaria pervertida ni con recursos escolásticos medievales. ¡Quedó en el pasado! Los tiempos actuales exigen reinventarnos.
¡¿Pero cómo hacer educación en valores humanos si esta ha sido transpuesta groseramente por un modelo estúpido globalizante que promueve la mezquindad, el egoísmo, el consumismo irracional de mercado, la división de las familias, machismo, , guerras genocidas a escala mundial, destrucción del medio ambiente; que engendra y promueve individualismo aplastante y coloca todos los ingredientes de conducta para diagramar en los seres humanos y en los propios gobiernos del Estado, patrones que incuban la corrupción y la indecencia en países subdesarrollados como el nuestro?!
¡La corrupción es inducida, instituida y promovida con frio calculo en las propias estructuras del Estado! Desde aquí, los gobiernos y sus funcionarios se convierten en una Escuela putrefacta. Es la misma que en Honduras se puso como espejo frente a una cipotada en 2009 y que más tarde en mayoría de edad, fueron a votar en noviembre 2021, con lo que tampoco afirmamos que esta sea por ello, una generación votante con valores afines a la corrupción. De ninguna manera.
Pero como puede más una acción que las palabras bonitas, Bartolo Fuentes, actual diputado por Libre en el Congreso Nacional, lo dijo mejor a través de diversos medios de difusión masiva al hablar hace poco, de prácticas torcidas desde el propio gobierno: “La estructura de la corrupción de 12 años de narco dictadura quedó instalada –dice-; sobrevive, aun hoy. Y la deshonestidad no permite ningún esfuerzo educativo anticorrupción, por los cuales al diputado Fuentes le brota coraje del bueno.
Bartolo no habla de corrupción institucionalizada ahora mismo, como puede afirmarlo con aplomo lo fue en el gobierno anterior. Pero, igual, no se anda con cuentos y en una acción pedagógica de la denuncia que le puede generar enemigos, pero también la admiración de todo un pueblo, grita molesto con razón justificada: ¡En todas las secretarias de Estado hay corrupción!”. En algunas, en vez de destituir a los corruptos, más bien les dan ascensos y aumentos de salarios. En la Secretaria de Educación, precisó, los viceministros están cometiendo actos de corrupción. Y así por el estilo, en otras dependencias (unetv09.01.2023)”.
El Diputado que se sulfura, nos transmite una fuente de alerta, y que apunta a que todo conato de sinvergüenzada en el gobierno del que forma parte, solo conspira contra cualquier cifrada “refundación de país”. Su palabra podría fastidiar, pero no debe caer en saco roto porque tiene pertinencia ciudadana. Reproduce en piloto automático mental, la preocupación de mucha gente que no tiene un canal expedito para ser escuchado de verdad. También, invita a repensar en una cruzada educomunicativa verdaderamente revolucionaria sin obviar los dispositivos jurídicos existentes que castiguen rápidamente con firmeza a los uñudos de cualquier trapo o pelaje, antes ¡“que el diablo lo sepa”!
Infiere, una lucha que en términos de formación humana y ciudadana, exhorta; exige colocar como eje estratégico vital, la recuperación histórica de valores humanos comunitarios intrínsecamente valiosos y que todavía forman parte de la práctica diaria, en millones de personas, gracias a la persistencia de la vida en la geografía nacional; como la honradez, la honestidad, la compasión, solidaridad, generosidad, nobleza, gratitud, amor a la patria y a la tierra, etc. que nos transmitieron hombres y mujeres, pasando por Morazán José del Valle, Ramón Rosa, Graciela García, Berta Cáceres etc.
Estos valores humanos que es necesario rescatar, han sido tirados al tarro de la basura porque poderes facticos o dueños del país nos han impuesto un adefesio educativo traído a cada rincón del planeta cuyo fin es la de llevarnos a mayor dependencia económica, mental y en la que se interioriza, sutil o abiertamente desde la Escuela, incluso los hogares mismos y calle, la corrupción como cultura.
Hay que reiterarlo: la corrupción no tiene colores políticos, religiosos, raza, y peor, ni deportivos. Pero tampoco la honradez y honestidad los tiene. Y esto último es una fortuna que todavía podemos encontrar en millones de personas. Podriase si se quiere, servir de inspiración para una cruzada nacional educativa y de comunicación popular para rescate y formación en valores morales y cívicos para rehacer la patria.
Bueno; pero esto podría ser posible si se tiene humildad de crítica y autocrítica a todos los niveles del Estado (gobierno, empresa privada, sociedad civil, etc. Ah…. Y una cuestión más, para no cansarles: Disponer de decisión, espíritu y voluntad política para hacerlo, pero en serio; no de mentiritas para no caminar hacia atrás o al revés. Es decir, no hacer cachurecadas.