Por: Carlos Méndez
Alguna vez, Septiembre fue algo más que el Día de la Bandera, o el 10, dedicado al Niño; también el 28, con la conmemoración de la llegada de los pliegos de independencia, o el arribo a otro aniversario del asesinato del patriota Unionista Francisco Morazán, en San José, Costa Rica.
Hubo un tiempo en que se tenía un sentido de pertenencia por el concepto de patria y en donde los valores cívicos no se reducían al respeto a la bandera y demás símbolos nacionales sino que eran extensión educativa para cultivar la honradez, honestidad, la compasión, solidaridad y generosidad comunitaria, etc. De ese modo, era un orgullo y emocionalmente hermoso, sentirse hondureño.
Hoy, infortunadamente, las mismas fuerzas oscurantistas que hace más de 190 años que se opusieron a la independencia de la Corona Española, y que perviven hoy, como dueños del país, se encargan con el cálculo de un relojero, pulverizar de la conciencia colectiva, aquellos valores cívicos, a través del sistema educativo y un modelo socio económico deshumanizante; fabricador de pobreza, miseria mental y socio económica.
Pero lo peor: los cobardes que han tomado por la brava el poder, criaturas sórdidas de la corrupción e impunidad, con su ejemplo cotidiano, sin parangones en la historia de la dependencia y el neo colonialismo, inyectan en cada segundo desde sus “valores” humanos torcidos, el más agrio desarraigo de los valores cívicos y morales otrora cultivados con esmero en millones de personas de todo un país.
“La mejor escuela son tus acciones”, dicen los abuelos. Y las prácticas políticas y forma de dirigir un país o región cultivan en el resto de la sociedad, a continuar un ejemplo que, en el caso de la Hibueras irredenta de hoy, baja hasta el ciudadano más humilde de forma terriblemente insana.
Revise la conducta de los que dirigen el país tanto de los grupos fácticos así como de los funcionarios más encopetados del gobierno y encontrará con sus ejemplos, un “amor” pervertido y obsceno por Honduras. ¿Que nos enseñan? Nos comunican, el arte de manipular las estructuras del gobierno para la corrupción.
Se desnudan ante propios y extraños, como genios mafiosos de gran calado tal cual lo registra, con nombres, apellidos y códigos descifrados por la DEA y una Corte del Distrito Sur de New York. Allí están, los hijos de la gran patria, con Pandora y sus maldades, ataviados de camisas color blanco-harina, y en cada 15 de Septiembre en el Estadio Nacional, con sus palillonas y militares pintarrajeados que les hacen reverencia divina mientras con sus pupilas incendian La Tigra; entregan territorios y bienes públicos a extranjeros usureros. ¿Qué clase de valores cívicos proyectan en la conciencia colectiva hondureña?
Está claro. Es urgente recuperar, a profundidad, el sentido cívico integral de Patria. Pero para ello, hay que promover una revolución cultural, que pasa primero porque los bandoleros que asaltaron el poder del Estado se vayan para siempre. A un lugar donde nunca se les pueda ver ni en pintura.