sábado, octubre 5, 2024
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La desgracia de un país no debería estar de moda

Por: Fernando Rey

Dejemos de hablar de los muertos, olvidémoslos por completo. Olvidemos a cada persona que desde los primeros rumores de “república bananera”, descendieron a través de ríos de sangre hacia un océano de incertidumbres y futuros sin gloria.

Dejemos de hablar de mujeres que en una esquina oscura dan a luz a una criatura que nunca verá la luz porque terminará en algún basurero clandestino o entre las ondas de las aguas que cruzan la ciudad para terminar siendo comida de moluscos o alimento de buitres sobre una piedra seca.

Dejemos de hablar de 300 años de iluminismo, 200 de liberalismo y 50 de neoliberalismo clásico tomado como doctrina moderna en los sistemas económicos de Latinoamérica. Dejemos de hablar de injerencias políticas, concesiones a extranjeros, asistencialismo mesiánico, robo y saqueo legalizado, servilismo a gran escala, dictaduras de principios de siglo. Dejemos de hablar de todo ello.

Olvidemos a Carías y sus 16 años marcando el rumbo de un país en busca de su propia libertad. Desintegremos de la memoria la colusión imperecedera entre partidos políticos y la creciente hegemonía de una oligarquía tan voraz como 10 Mitchs.

Olvidemos a los desaparecidos de los 80’s. A Tomás Nativí, Eduardo Becerra y a todos esos estudiantes que entonces ofrendaron su vida por causas que a fin de cuentas ni entendían, más allá de que fueran necesarias. Causas que hasta el día de hoy, muchos todavía no comprendemos por completo porque sencillamente, no lo vivimos.

Dejemos atrás a Álvarez Martínez, Billy Joya, el escuadrón 3-16, la CIA y sus infiltrados históricos dentro de los movimientos sociales, la persecución político-histórica a líderes sindicales y estudiantiles, hagámosla a un lado. Ignoremos a Callejas y sus Programas de Ajuste Estructural. Ignoremos el fifazo, los lazos con la CIA y el narcotráfico, el saqueo a las arcas del Estado y la repartición de los bienes.

Dejemos de hablar de una vez, por favor, del golpe cívico-militar de 2009 y de todas las consecuencias políticas, económicas y sociales que hasta el día de hoy le sobreviven. Guardemos silencio ante los más de 1,000 millones de lempiras arrancados de las salas de operación del Seguro Social para patrocinar campañas políticas.

Hagamos a un lado al cipote que, con la boca abierta, observa atónito más no menos acostumbrado, la asquerosa y grasienta hamburguesa que te llevás a la boca y que para no atorarte, hacés pasar con un trago de veneno azucarado llamado Coca Cola. Mandémolo por un tubo para que no siga velando ni incomodándonos mientras nos atiborramos.

Démosle una patada al campesino que por más de 10 días ha esperado la operación de riñón de su esposa, mientras el estómago tiende a comerse a sí mismo y lo esperan en el pueblo siete críos de los cuales no tiene idea cómo la estarán pasando.

Dejemos de despolitizarlo todo, abramos las calles y despejemos las aceras para que los camiones y los hombres en esos camiones pasen a distribuir productos diseñados por el patrón y además digámosles “buenos días” mientras les hartamos la polla. A quién le importa.

Comámonos un plato de excremento todos los días y levantemos una plegaria a la ignorancia para mantenernos seguros en nuestros hogares mientras otros pelean nuestras luchas.

Hagámonos de la vista gorda ante las nuevas dictaduras en pleno siglo XXI y los ensayos geopolíticos de los que formamos parte como parte de una nación que forma parte de los planes estratégicos del departamento de Estado de los Estados Unidos para el intervencionismo político y militar partiendo desde la región más alta de Hispanoamérica en dirección al sur.

Ignoremos que somos la perra de los gringos.

Callemos ante la madre que con 4 hijos encima, se levanta una mañana para darse cuenta que ante la carencia de oportunidades, no tiene más opción que intentar viajar en “unas caravanas que dicen que salen” todas las semanas en dirección al norte del continente americano, en busca de un sueño que probablemente será frustrado por los miles de obstáculos que pueden aparecer durante el viaje.

Hagamos a un lado los altos índices de homicidios que sufre el país desde que se concretó el golpe de Estado en 2009. Los altos índices de pobreza extrema y ese 60% de miserables que deambulan esperando un pan con mostaza y los cincuenta pesos después de asistir al Estadio Nacional a acuerpar la candidatura a la presidencia por parte de un tal Juan Orlando Hernández. Digamos que no nos importa.

Dejemos de hablar de salir a las calles a manifestarnos, de incendiarnos la consciencia con consignas panfletarias que no dan resultados, aunque cada vez seamos más y esos más se conviertan en demasiados. Dejemos de opinar sobre nuestro destino, de creer que existe una ruta segura hacia un futuro prometedor, colmado de triunfos ante la tiranía.

Llamemos “vándalos” a aquellos que hoy, una vez más, luchan en las calles de nuestras ciudades por la libertad, la justicia, la equidad, la verdad, el respeto, el derecho, la soberanía, la esperanza, la fé, etcétera, etcétera, etcétera…

Compartamos un vaso de orina con piquete y sigamos bañándonos en basura todas las mañanas antes de ir a trabajar y llenemos de basura nuestras mentes mientras rogamos a Dios por un like luego de compartir un estúpido meme, tan significativo como la vida misma.

Dejemos de hablar de la política, de los narcos, de las armas, de la militarización, de leyes mordazas y contratos leoninos, de diputados corruptos, de magistrados corruptos, de periodistas corruptos al servicio de “nuestro señor Jesucristo”; de abogados del diablo, de sacerdotes del diablo, de pastores del diablo, de policías del diablo y de la pudrición del Estado y por lo tanto del sistema democrático actual.

Hagamos todo esto a un lado y sólo así, veremos que tener una vida tranquila en un país como Honduras es posible. Nuestro país es maravilloso si hacemos todo esto a un lado, si dejamos de hablar de todo ello y lo ignoramos. Dejemos de hablar de Honduras y al fin tendremos una vida mejor.

Pero como no se puede, seguimos hablando, seguimos recordando, seguimos tomando todo el dolor en cuenta y haciéndolo cada vez más nuestro. Si tan sólo pudiéramos… si fuera tan fácil.

Seguimos hablando de Honduras y seguiremos hablando de Honduras hasta que todo pase y hasta que las tiranías que aquí dormitan, se acaben. Seguiremos hasta el fin, sin descanso.

Los próximos días serán pesados. Se avecinan nuevos desafíos. Sabemos que habrá luz, estamos obligados a dárselas y ojalá que al fin lo sientan… y sólo entonces comprobaremos qué tan cierto fue que sólo el pueblo salvaba al pueblo.

Que se haga la luz una vez más y que la noche sea nuestra guía.

Dejemos de hablar de las heridas y hablemos de todo lo que no importa, pensemos en nuestra próxima selfie o en el “qué comeremos”. Total, la desgracia está de moda y el próximo caído probablemente ni siquiera lo conoceremos… o quién sabe… tal vez.

La desgracia no debería estar de moda, desafortunadamente en Honduras, las modas nunca pasan.

Fernando Rey
Cel. 89323697
Skype: fer-rey

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