Por: Juan Antonio López
Carta Pública para el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga
Reciba mi afecto, aprecio y respeto al ministerio episcopal que representa en la Iglesia Hondureña.
Soy un laico, Delegado de la Palabra en la Parroquia San Isidro Labrador, Diócesis de Trujillo. Soy parte de un ministerio laical, y como cristiano vivo el ministerio inmerso en la realidad cruda que vive el pueblo Hondureño, pues soy un ciudadano como todos, con derechos y dignidad que viene de Dios, Madre Padre. Tengo el deber de hacer de la palabra de Dios un servicio al pueblo, sobre todo al más empobrecido y explotado. Tengo el deber de que el evangelio de Jesús sea de verdad una buena nueva para los olvidados, excluidos y pisoteados de mi país.
En tal sentido me permito, bajo responsabilidad personal y en comunión con aquellos delegados y delegadas, con aquellos clérigos y pueblo cristiano coherente con el evangelio, lamentar su mensaje en el segundo domingo de resurrección. Usted ha dicho; “que triste que nuestra Honduras siga todavía con la violencia de esas manifestaciones que no son pacíficas, están llenas de insultos. Esas antorchas deberían más bien iluminar una nueva vida. Ese quemar de llantas es señal de odio, no solo están dañando nuestra atmósfera, están dañando nuestras calles. Estamos prisioneros de la violencia, rencor y la venganza, ahí no puede haber misericordia”.
Usted sabe señor cardenal, que está en grave peligro nuestra “casa común” la única que tenemos para vivir, y la tienen en riesgo los ricos que históricamente vienen acumulando todo, inspirados en el egoísmo, la trampa y el robo. Pero su mensaje deja sobre los empobrecidos la responsabilidad de la contaminación de la atmosfera y las calles. Nos hecha a los miserables la culpa de lo que pasa en este país. ¡Que feliz se debe sentir con su mensaje Juan Orlando y las familias que han hecho de Honduras, su propia hacienda! ¡Que impotencia sentimos los chuñas y perseguidos cuando usted esconde el crimen gubernamental! No pretendo justificar acciones criminales cuando las hay, pero las antorchas y las llantas no han producido la contaminación y destrucción ambiental que hay en el país desde hace décadas por negligencia y complicidad del gobierno.
Le sugiero que investigue en INHGEOMIN, MiAmbiente, ICF, IP, el CN, el MP, INA, SAG, quiénes tienen bajo concesión o escritura pública los territorios para la agroindustria, la explotación minera y energética, parques industriales y ciudades modelos, proyectos que amenazan la vida en toda su complejidad. No somos nosotros. Es cierto, hay inconformidad en el pueblo y se convierte en rebeldía y protesta pública que golpea la conciencia de quienes no saben lo que es aguantar hambre, no recibir atención médica publica, pagar la energía eléctrica, quedarse sin ríos, sin agua y sin tierra, con escuelas destruidas, vivir bajo asedio militar, persecución judicial. Le aseguro que están más cerca del reino de Dios los que queman una llanta y levantan una antorcha en la protesta social, que quienes destruyen la madre naturaleza o acomodan el evangelio a las situaciones perversas.
No pretendo ofender, sino exigir a usted y todos los que tienen una misión de amor que cumplir en la historia, escuchar el espíritu santo en el grito de los degollados por el sistema que somos millones en el país. De su parte, somos un pueblo sin pastor y el asaltante nos somete, roba, amenaza, judicializa, encierra, destierra o entierra. Escribo lo que dice mi corazón y justifica mi razón, no me mueve odio alguno al ser humano, si odio la injusticia social porque deshumaniza y mata. Mientras no haya justicia, no podrá haber paz en la sociedad Hondureña. Si mis palabras duelen e incomodan, que el señor del amor y la ternura nos perdonen, pero callar no puedo. Jesús nos enseña que sólo la verdad nos hara libres.
Hasta pronto.
Juan Antonio López
Delegado de la Palabra de Dios