Por: Alex Palencia*
A través de la historia de la formación de las incipientes naciones centroamericanas desde su fundación de supuestos Estados Independientes, es interesante observar la conducta política de quienes han dirigido los destinos de estos pueblos.
En el pasado y en el presente tras el enmascaramiento de gobiernos constitucionalistas y democráticos (cuando no han sido dictaduras), se ha agazapado verdaderos autoritarismos, de gobernanza injusta y discriminatoria, establecidas mediante procesos electorales amañados y fraudulentos, donde también se ha manipulado de forma maquiavélica las conciencias de los ciudadanos, quienes ingenuamente creen que están eligiendo a personas que representarán sus intereses y aspiraciones. Nada ha sido más alejado de esa realidad.
Desde el primer gobierno elegido en la recién fundada República Federal de Centroamérica en 1825, donde Manuel José Arce le ganó a José Cecilio del Valle, se puso de manifiesto en esta región como serían estos procesos en el futuro. En ese primer ejercicio “democrático”, después de haber ganado limpiamente Valle, a quien por alguna razón los criollos no querían que dirigiera los destinos de la nación, los Liberales y Conservadores (que así se llaman lo que hoy podría ser liberales y nacionalistas), se inventaron una triquiñuela para someter de nuevo a votación dicha magistratura, “el conservador José Cecilio del Valle obtuvo la mayoría de votos electorales: 41, y el liberal Manuel José Arce recibió 34, pero sólo se presentaron 79 votos electorales de un total de 82, con los otros dos candidatos . El Congreso dominado por los liberales determinó que ninguno de los candidatos había recibido votos suficientes para ganar por lo que correspondía al Congreso designar al presidente”, saliendo electo en esta nueva votación Arce.
Así podemos ver como desde un principio que la ética política de nuestros supuestos representantes públicos ha sido absolutamente carente de los verdaderos principios o valores democráticos, o sea el poder verdadero del pueblo. Desde la antigüedad el filósofo Aristóteles, definía a la política como “el arte del bien común”, y a la ética como “el carácter o comportamiento que persigue un fin”, en el entendido que ese fin, es el bien. Entendemos según Aristóteles, que el Estado tiene un carácter y una ética, que es buscar el bienestar o la felicidad de los individuos que viven en la Polis (ciudad Estado).
La ética política para Aristóteles es la justificación racional del porqué y para qué de las acciones que justifican un fin político. Estas ideas y conceptos se establecieron desde entonces como los referentes racionales de la moral en relación al poder político. Hemos visto como desde la fundación de las naciones centroamericanas, se han distorsionado esos valores, llegando al colmo de justificar el poder por el poder mismo, negar la ética y moral, la cual ha sido sustituida por los antivalores, o sea los conceptos opuestos al verdadero poder del pueblo, por el de un caudillismo a ultranza que ha imperado desde siempre en la vida política de estos pueblos.
Dicho lo anterior y grosso modo podemos entender la conducta errática e incoherente de quien hoy nos gobierna (Juan Orlando Hernández), quien con el afán de atornillarse al poder y violando reiteradamente la constitución del país, negó la soberanía del pueblo que no lo quiere más como su representante en la dirección de los destinos de la nación, hecho que quedó demostrado en las elecciones pasadas, y para lo cual violando todo precepto de moral y ética, éste conspiro contra el pueblo, urdiendo un mega fraude, que al final fue impuesto a fuerza de garrote, bombas lacrimógenas, bala viva y bayoneta calada.
En muy poco tiempo se han caído las caretas del andar trasiego y turbulento del susodicho y de quienes le rodean y le hacen comparsa, especialmente sus familiares cercanos (hermanos). Primero en un evento siniestro y oscuro desapareció como por arte de magia macabra su hermana Hilda Hernández, en un hecho hasta ahora nada esclarecido, donde además murieron otras personas que forman parte de su guardia personal.
La forma en cómo se manejó todo el asunto, a simple vista hace ver tintes de conspiración, y como un montaje el accidente aéreo donde se supone que pereció la susodicha con su guardia personal, y si bien es cierto; que la supuesta muerte de la hermana del presidente de facto, es una hecho personal privado, no menos cierto es que, ella era una funcionaria, sin cartera si quiere, pero juramentada como ministra por el propio Juan Orlando, además que en ese evento murieron personas que ejercían funciones públicas del Estado hondureño, al cual se le debe explicaciones de: ¿Qué fue lo que pasó realmente? Sea lo que sea, el hecho de incinerar el supuesto cadáver de la occisa nos lleva a dudas razonables de que fue lo que realmente pasó, y que con ello se trata de borrar evidencias: las familias que se dicen cristianas jamás incineran sus cuerpos y prefieren ser enterrados con la esperanza de la resurrección en el día del juicio final, de lo cual se piensa que aquel que ha sido incinerado no tendrá esa opción. Todo alrededor de este siniestro evento es manejado absurdamente como secreto de Estado no se quiere que se conozca.
La tal ministra sin cartera, ahora resulta, y era un secreto a voces, que manejaba cualquier cantidad de millones del Estado hondureño (o sea de todos nosotros), además de tener infinitos poderes como para desde la conspiración, manipular personas para saquear las arcas del Estado en beneficio propio, es decir de la familia Hernández, para muestra un botón, según la UFECIC y la MACCIH el saqueo del Ministerio de Agricultura y Ganadería, fue de 282 millones de lempiras conocido como el “Caso Pandora”.
Luego en los últimos días ha sido capturado Antonio Hernández, hermano de Juan Orlando, acusado de traficar cocaína hacia Estados Unidos, y de ser un narcotraficante de mar y tierra, y de altos vuelos. Si bien es cierto el hombre este ya no ejercía ninguna función pública al momento de su captura: sí la ejercía cuando se supone que se dieron los hechos, pues según la fiscalía de Estados Unidos, Antonio Hernández (Tony) traficaba drogas hacia ese país desde el 2004 al 2016, y entre esos años el ejerció como diputado al Congreso Nacional de Honduras. Y entre esos años Juan Orlando ha ejercido la máxima magistratura de la nación, todo hace ver que, y es una duda razonable, que el presidente tuvo que haber tenido información clasificada de las andanzas de su hermano. De lo que se concluye dos cosas: una, el presidente lo sabía y lo encubría, y dos; el presidente y todos lo que lo rodean son unos ineptos que no sabían de las andanzas de Tony, lo cual quiere decir que Juan Orlando Hernández y la pacotilla que lo acompañan, por su incapacidad e ineptitud no son aptos para dirigir los destinos de la nación.
Según la información que se ha filtrado por diferentes medios y que no es nueva, Tony Hernández es parte de una red bien montada donde están involucradas personalidades reconocidas del argot político, militar, empresarial y público del país, por lo mismo; nunca se le abrió un expediente en las “honduras”, y tuvo que ser detenido para ser juzgado en los Estados Unidos. Además de ser sospechosa la insistencia en la elección del presidente de la Corte Suprema de Justicia, cuando él había sido el director de fiscales en la zona donde se supone que Tony Hernández ejercía gran manipulación y control, y en donde hubo una gran remoción de la estructura de la fiscalía en esos lugares.
Los hechos y las circunstancias antes expuestas tendrían que haber llevado a Juan Orlando Hernández a una lógica elemental de ÉTICA POLÍTICA : “si yo y mi familia, somos señalados con actos reñidos con la ley, el orden y la justicia, en perjuicio de los más sagrados intereses de la nación, RENUNCIO PARA SOMETERME A INVESTIGACIÓN, y depongo mi cargo, el cual es un real obstáculo para una posible deducción de los hechos y responsabilidades, y hasta que todo sea debidamente aclarado me mantendré al margen de los destinos de la nación”.
* Escritor y Músico hondureño.