Por: Edgar Soriano Ortíz*
El 28 de agosto de 2018 en horas del mediodía la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) allanó simultáneamente las sedes del partido Nacional y del Partido Liberal, fuerzas políticas que mantienen históricamente acuerdos de gobernabilidad como instrumentos de dominio socio-económico de grupos familiares y estructuras corporativas.
Este acto, sin duda planificado desde Departamento de estado en Washington, es parte de un bien articulado tejido que busca descomponer y recomponer estructuras políticas que le permitan mantener la hegemonía sobre el territorio nacional.
Las extradiciones, la MACCIH-Ufecic, la mediatización del CNA y su directora, el trabajo de organizaciones de “sociedad civil”, los twist de la encargada de la embajada, los regaños de Trump y su vicepresidente, la humillante política del régimen entorno a la migración “ilegal”, son algunas de tantas “jaladas de orejas” a un régimen autoritario, porque así lo han querido desde Washington.
El régimen que dirige JOH desde 2010 ha estado embaucado y empantanado en estrategias urdidas por una intervención que les hace ver en sus caras que han llevado a la institucionalidad a un descalabro sin precedentes en la historia del raquítico estado de la república bananera.
El “abc” del Departamento de Estado tiene aciertos pero está preocupado en cómo realizar la transición tutelada -al mejor estilo de aquella de 1949 en tiempos dictadura cerril- sin socavar en lo más mínimo los intereses geopolíticos y las políticas económicas mandadas por los organismos supranacionales. En otras palabras, buscar un remplazó al hedor de JOH y sus cómplices sin que la contaminación convulsione a la población.
Desarticular a las fuerzas de oposición, arrodillar a los movimientos populares y mediatizar nuevos voceros (outsider y otras hierbas) son parte de un plan que ahora contempla el Lowfare contra la figura aglutinante de Zelaya Rosales, pero más inmediato es neutralizar a sus allegados y mantenerlo bajo amenaza.
Difícil contexto para realizar una transición tutelada como las acostumbradas en el siglo pasado, ya que ni el “bufón” de Nasrralla ni el “pánfilo” de Luis Zelaya representan una posibilidad contundente en un próximo proceso eleccionario ante la no depurada fuerza bipartidista.
El escenario es complejo por la propia lógica de descomposición del contexto post golpe de 2009, las piezas en el tablero se mueven constantemente sin la certeza por donde moverlas. Lo que si es cierto es el intervencionismo descarado apuntando a la sien de los lacayos en el corral de la “colonia no declarada”.
Tegucigalpa, 28-08-2018
* Historiador y Catedrático Universitario.