Por: José de Jesús García*
La criminalidad nuevamente ha silenciado la alegría, el gozo y el alto espíritu de trabajo demostrado por los maestros hondureños que sin importar el latido de la violencia y el peligro recurrente que expone al ingresar al barrio, a la colonia, al caserío que se pintan como calientes, expone su vida junto con los padres de familia al entrar y salir del centro educativo en su jornada respectiva de trabajo.
La violencia; que según la etimología que se explica como acción violenta o contra el natural modo de proceder, que esta fuera de su estado normal como una situación como una situación especial que obra impetuosamente del genio arrebatado e irracible para concretar acciones que mutilan la personalidad humana.
Así nuestra constitución de la República hondureña en el capítulo III art.3 explica que la familia, el matrimonio, la maternidad y la infancia están bajo la protección del Estado y el capítulo IV artículo 119 dice que el Estado tiene la obligación de protección a la infancia y a los jóvenes y los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan para sus derechos.
Desde hace mucho tiempo el gobierno a través de la policía, el ejército y los distintos órganos de seguridad actúan como una política herrada, desorientada e improvisada pues no se toma en cuenta las instituciones organizadas para hacerle frente a este flagelo que cada día que avanza extiende sus garras con una insaciable sed de sangre. De sangre de niños, de sangre de jóvenes estudiantes y de sangre de maestros hondureños.
Las Naciones Unidas han expresado “Que necesitamos una estrategia de seguridad, participativa, humana y centrada en la participación y en la protección de las personas y bienestar.
Según estudios del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH) cerca de 1000 estudiantes perdieron la vida en 5 años EN 2010-2014, las víctimas fueron estudiantes de primaria, secundaria y superior que perdieron la vida en circunstancias violentas, durante esos 5 años 500 estudiantes de secundaria fueron asesinados violentamente es decir un promedio de 100 por año, a lo anterior se suma que ese mismo período cerca de un centenar de niños y niñas de educación primaria perdieron la vida en iguales circunstancias.
Lamentamos profundamente las muertes violentas del niño de 12 años alumno del séptimo grado Rodys Peralta Rivera del Centro Educativo “Monseñor Jacobo Cáceres Ávila” ubicado en la Aldea de Suyapa. – Del profesor Erick Gualberto Banegas Ortiz de 31 años de edad asesinado cuando impartía el pan del saber en su propia aula en la escuela “Ángel G Hernández” en el municipio de Esquipúlas del norte del departamento de Olancho. – De Silvia Vanessa Izaguirre Antúnez de 27 años asesinada el jueves 27 de marzo quien hacía su práctica universitaria para obtener su título.
Y cansado del acoso delincuencial las autoridades del Instituto Central Vicente Cáceres lamentan y lloran la muerte de la señorita Génesis Janeth Colindres López de 16 años quien fue abatida a balas llegando a su centro educativo.
Y la maestra del centro educativo Monseñor Jacobo Cáceres Ávila Miriam Leticia Argueta de la Aldea Suyapa resultó herida de gravedad por las balas asesinas de la violencia, cuando llegaba a impartir sus clases a su centro educativo el día miércoles 11 de abril.
No nos queda más que repudiar la impunidad y que la justicia lleve a los criminales a las celdas y aplicar todo el peso de la Ley. Y solidarizarnos con el dolor que nos embarga.
“Hagámoslo hoy, mañana será demasiado tarde».
*Maestro jubilado.