Por: Sergio Rivera*
José Manuel Flores Arguijo, docente de Ciencias Sociales, militante del Partido Socialista de Centro América, amante de la vida y la justicia, fue vilmente asesinado dentro de su centro de estudios en el Instituto San José del Pedregal de Tegucigalpa, por dos hombres que se introdujeron a la instalación educativa y le dispararon a quemarropa sin mediar palabras, minutos después se presentaron agentes de la policía a limpiar la escena del crimen llevándose los casquillos y atemorizando a los presentes.
A 8 años Manuel Flores es recordado por poca gente, como suele pasar con casi la mayoría de nuestros mártires, que murieron confiando que las generaciones venideras habrían de continuar su ejemplo inclaudicable y además de la exigencia de justicia habrían de retomar su ejemplo heroico y lucharían igual o mejor que los caídos.
Manuel, hombre más humano de lo común, realizaba cosas extraordinarias en favor del prójimo, facetas que no daba a conocer por su modestia, por ejemplo le daba comida a los alumnos que llegaban con hambre a su colegio, o que se dejó crecer el pelo para donarlo para pelucas a las personas con cáncer, entre muchas cosas nobles que podemos relatar.
Pero el Manuel que quisieron matar va más allá de la filantropía, le dispararon a traición a un revolucionario auténtico, socialista, ex dirigente magisterial, miembro del Frente Nacional de Resistencia Popular, militante de la vida, escritor, siempre solidario. Manuel intentó una carrera sacerdotal, pero le atrajo la lucha popular, y con la irreverencia al poder destinó una vida al lado de los pobres, de los trabajadores, de los maestros, y de un pueblo que levantó en defensa de su constitución.
A las 3 y 12 de la tarde de ese 23 de marzo, los disparos irrumpieron las clases dentro del colegio, y desde el segundo piso caía Manuel, ante el dolor de compañeros y alumnos, y la rabia a flor de piel porque todos sabíamos que sus asesinos eran escuadroneros del estado, y que aún siguen en la impunidad.
Los Congresos y Asambleas de los maestros dejaron de corear tu nombre, el de Will Paz, el de Oscar Padilla, el de Róger Vallejo, el de Félix, el de Contreras, el de Miguel Ramos, el de Ilsa Ivania y el de varios compañeros y compañeras que ofrendaron su vida en la noche oscura que vivimos. En tiempos de dictadura, de dispare primero, averigue después, en tiempos de incertidumbre colectiva, de dirigencias cegadas por el oportunismo y pleitos intestinos, en tiempos de derrota moral para los débiles de conciencia, es cuando debemos resurgir con el pensamiento de MANUEL, con su terquedad de cambiar la sociedad, con su implacable conducta, y su forma alegre de luchar dando el ejemplo.
No le dispararon a Manuel, nos dispararon a nosotros, nos apuntaron a la conciencia, y de nosotros depende si nos quedamos con la afrenta, o luchamos como Manuel, con la condición y el juramento de no olvidar a nuestros mártires, con el juramento de luchar hasta vencer.
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE CAMARADA MANUEL FLORES ARGUIJO!
*Ex dirigente magisterial, Docente del Departamento de Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).