Por: Lahura Emilia Vásquez Gaitán
«Creo que puedo afirmar con seguridad que nadie comprende la física cuántica».
Richard Feynman, premio Nobel de Física, 1965
Según la concepción tradicional del universo, los objetos se mueven a lo largo de caminos bien definidos y tendrán historias predecibles. Todo nuestro mundo intuitivo descansa sobre la física clásica. A partir de ella es posible saber si Lebron James encestará o no un balón simplemente conociendo el ángulo y la posición desde donde haga el lanzamiento. Sin embargo, el ala cuántica de la física irrumpió a inicios del siglo XX para mostrarnos que eso solo ocurría en ciertos niveles. Y es que cuando atravesamos el átomo, pareciera que toda la física que desarrollaron los jonios en la antigua Grecia, pasando por Galileo y llegando al gran Isaac Newton, se desbarata. Ya nada es predecible y dilucidar entre ciencia y ciencia/ficción se vuelve algo realmente difícil y complejo.
Richard Feynman sostenía que una probabilidad está construida a partir de todas las posibles historias que podrían haber conducido a dicha observación. Así, los multiversos son un grupo de universos donde todas las opciones son posibles. Como gotas de agua en el océano, cada multiverso sostiene miles de universos que escapan a nuestra comprensión pero que encierran toda una infinita gama de posibilidades. Dentro de los ejemplos más hermosos ―y de los cuales el cine ha hecho meca― tenemos al amor, y es que si en este universo aún no ha tocado sus puertas, quizá en un multiverso alterno estén viajando con él o ella en un barco hacia la búsqueda de una isla desconocida. Los más nobles y revolucionarios objetivos también pueden perseguirse en un universo paralelo. Sí, podría existir una realidad alterna donde Honduras no esté en pleno proceso de africanización, sino más bien superando en todas las esferas a cualquiera de los países nórdicos como Noruega, Finlandia o Suecia.
Me pregunto si en Honduras, donde todo falla ―la institucionalidad, las leyes, los derechos humanos… Bueno, la física también ha fallado―, todo cuanto vemos es el resultado de los multiversos mezclándose en una sola realidad. Lo que aquí se dice y pasa no tiene ninguna correlación ni sentido, y quienes nos atrevamos a notarlo seremos disidentes (en el mejor de los casos), presos políticos (en la medianía) o cadáveres (en los más desafortunados).
Estas últimas semanas me han educado tremendamente. Mientras yo pensaba que el país se «africanizaba», el ministro de educación nos ha explicado a todos que no. Al menos en educación, Honduras más bien se «finlandiza», es decir, el histórico déficit de pupitres que hay en el país no es por negligencia gubernamental sino por correspondencia con el nuevo modelo educativo del siglo XXI. De hecho, el ministro nos mandó a aprender de Finlandia, donde «los niños reciben clases en el suelo». También he recibido cátedra del primer ciudadano del país, el presidente Juan Orlando Hernández. En el cierre de su ―tristemente célebre― segunda toma de posesión nos decía «los quiero mucho y un abrazo, para todas y todos, los que están aquí y los que están allá, en Honduras». ¿No se supone que todos estábamos en estas y únicas Honduras? ¡Ah, bruta que soy seguro! ¡Yo creyendo que el país era uno solo!
Imagino que como resultado de la implementación de esas profundas e innovadoras teorías educativas, la clase política que nos gobierna ha descubierto cómo entreverar los multiversos y hacerlos conjuntar a todos en una sola realidad. Imagino que tantísimos físicos ―entre ellos, el mismísimo Richard Feynman― quisieran regresar de sus tumbas para entrevistar a tan vislumbradas y privilegiadas mentes y preguntarles cómo es eso posible.
Y es que, en algún multiverso cercano, Honduras no es Honduras; ni Finlandia es Finlandia. Los papeles se han intercambiado y los niños llegan con el pelo desteñido a la escuela como parte de la moda actual y no porque las proteínas les faltan en el plato. Por esa razón, nuestra clase gobernante se asegura de que no nos ajuste para comprar carne, ni leche, y la canasta básica promedio carece de la mayoría de nutrientes que requiere toda dieta balanceada. Los maestros carecemos de insumos en las aulas porque hemos desarrollado una nueva forma de comunicación con los estudiantes: la telepática. Por eso, las autoridades educativas se tardan meses en nombrar docentes y nunca dotan de materiales los centros educativos, porque ahora los conocimientos se transmiten como el wifi: de mente a mente.
En el país de las profundidades, el presidente tuvo la oportunidad de ver vivos a mineros que fallecieron soterrados por un deslave después de ocurrido el incidente. En sus palabras fue «un regalo de Dios» ver salir de entre los escombros a estos hondureños. Tristemente, en el multiverso de las familias de los fallecidos, la realidad fue una muy distinta.
Aquí, las pastillas de harina, son introducidas en los úteros de las mujeres y al igual que Jesús, que convirtió el agua en vino, ellas con unción divina transforman en vida y salud la cal que reciben. Y si ven a los enfermos compartiendo camas en los hospitales no es porque hagan falta. No sean mal pensados y no hagan con sus malos pensamientos «apologías al odio» por favor.
En nuestros parques ―dijo el presidente Hernández― los niños se sienten como en Disney World. Aquí, para despertar a los jóvenes en los centros educativos, se les receta gas lacrimógeno. Claro, esto sucede cuando se siguen los pasos de los más actualizados estudios en innovación educativa (recuerde que el Gobierno quiere estar en concordancia con la teoría del aprendizaje significativo de Ausubel, y por eso, priman la práctica por encima de la teoría). La maestra de Ciencias Naturales debe enseñar cómo estimular las glándulas lagrimales en un laboratorio que sea lo más real posible, pues para eso ellos proporcionan gas. Dirán que no, que este era para los presos que estaban cerca cuando todos sabemos que en el mutiverso hondureño ya se encontró la solución perfecta al problema de amotinamiento penitenciario: las cárceles se limpian solas, se «autoincendian», y así se regula la cantidad de personas que las habitan. Y es que a seis años del incendio del penal de Comayagua, los que vivimos en este universo no olvidamos. Aún lloramos y extrañamos a nuestros muertos y seguimos esperando el milagro irreverente y blasfemo de la justicia.
No me cabe la menor duda de que en un multiverso alterno las majaderías de las autoridades del gobierno hondureño han arrasado con los premios Nobel: medicina, química, física y economía, pues saben dar respuestas, soluciones y argumentaciones cada vez más «magníficas» y «brillantes» en cada una de esas áreas. Seguro que en las siguientes evaluaciones internacionales desbancamos a Finlandia y les robamos el primer lugar de las pruebas PISA.
Sí, bien podría el lector confundirse. Fácilmente podría creer que está leyendo una historia de ciencia ficción y no la realidad. Lo inaudito de todo es que mientras más ficción le parezca, más real es. Y es que, como dijera el doctor Joaquín Mejía, acaso la naturaleza bipolar y esquizofrénica del Estado de Honduras nos esté permeando a todos y yo esté siendo una víctima más de ese Estado demente, y tan solo esté desvariando. Por suerte hay nueve millones de personas más que bien pudieran opinar y decirme ―si es que ya estoy quedando con los cabellos igual a los de Albert Einstein, lo cual sería el mejor cumplido de mi vida, y desvariando como el matemático John Nash― que las alucinaciones y la paranoia se están empezando a apoderar de mí y de mis palabras. Díganme ustedes, hermanos y hermanas hondureñas: ¿qué multiverso es el que reina aquí? Díganme por favor, que a veces siento que tanta podredumbre va a acabar por roerme los sesos.