Por: Naama Avila*
Antes, nuestras abuelas tenían el privilegio de poder conocer y disfrutar varias de sus generaciones. Y a su larga edad, todavía contaban con la fuerza de caminar en las calles del pueblo, ir a la playa, reunirse con sus viejas amistades y hasta iban a fedujear (Fedu es un baile tradicional garífuna, ejecutado por mujeres, cuyas canciones contienen elementos tópicos expresivos de sentimientos femeninos, hacia las situaciones que las mujeres viven en sus comunidades). Un ejemplo de los mensajes que se utiliza es: «Un hombre, qué comete un delito, algún día por los buitres en círculos elevados, encontraremos su cuerpo.»
Es así como el Fedu genera un encuentro entre mujeres garífunas de distintas comunidades, formando así un momento no sólo espiritual, sino también revolucionario que abraza el quejido de las mujeres). Otra actividad que reúne a las mujeres, es la cocina… Al son de cantos e intercambio de historias, problemas y consejos, preparaban el cazabe, el wami (pan de yuca), el pan de coco, y otras comidas que cocinaban juntas, y compartían entre ellas para llevar a sus hogares. Una peculiaridad de nuestra cultura «COMPARTIR» en comunidad.
Un ejemplo claro de esto que les digo, es Doña Brigida Calix, mejor conocida cómo Abuela «Dadü». Una mujer garífuna que ya casi entrando a los 90 años, mantiene una lucidez y movilidad impresionante. Ella es una portadora de esos conocimientos, que habitan en las memorias y experiencias de nuestras abuelas. Palabras que te remontan a lo que pareciera un recuerdo que quedó inmerso en nuestra memoria colectiva, ya que podríamos decir, que es algo qué ¡ya «casi» no tenemos!
¿Por qué lo digo?
¡Bueno! Mucha de toda esa riqueza que nos permitía disfrutar más tiempo de nuestras abuelas, se debía a la integridad ambiental del entorno, ya que no había tanta invasión comercial de transnacionales; la alimentación era fundamental, casi todo lo que se comía venía del mar y la tierra, sin uso de transgénicos.
Y algo muy importante «La medicina curativa»… gracias a los saberes ancestrales, el sistema de salud garífuna, contaba con comadronas/parteras, sobadoras, y curanderas, quiénes se convirtieron en portadoras de ese conocimiento, haciendo así, un uso adecuado de plantas curativas, que a partir de sus infusiones, se lograba desde aliviar dolores, hasta fortalecer el sistema inmunológico.
Esos tratamientos naturales, han resurgido en estos tiempos de crisis de salud, dónde la población garífuna entra en margen de riesgo frente al marginamiento sistémico de salud. Por lo que, diferentes organizaciones le han apostado a la reactivación de estos mecanismos de salud ancestral, para prevenir, fortalecer y restaurar las defensas del sistema inmunológico. Lo que conlleva la integración de los conocimientos de esas mujeres que mencionaba en párrafos anteriores.
Sin embargo, no podemos negar que gran parte de esto, en algunas comunidades (no todas) se está perdiendo a pasos agigantados. Por alguna razón, las comunidades más afectadas son las que geográficamente están más cerca de la ciudad; otro factor es la migración intensiva, lo que permite que la gente se adecue al sistema de salud occidental del país o ciudad a la que llegan.
Pero otro tema que muy pocas veces se toca, es la fuerza que toman algunas religiones en las comunidades. Ciertas creencias religiosas critican y contradicen el uso de estos métodos curativos. Y más aún, cuando se tratan de enfermedades espirituales, dónde el sistema de salud garífuna, establece que es el sacerdote garífuna (buyei) quien deberá realizar una ceremonia, para sanar esos males.
Esto ha sido sustituido, y paulatinamente satanizado por instituciones religiosas, que lo consideran algo que es parte de la «ignorancia» de una cultura. Han gestado un retrocedo en temas de educación sexual, ya que aseguran que la «abstinencia» es la forma adecuada de prevenir embarazos y enfermedades/infecciones de transmisión sexual. Algo que imposibilita la adecuada intervención comunitaria, para inducir a la juventud en un sistema de salud sexual integral, que les asegure gozar de sus derechos sexuales y reproductivos, sin afectar sus condiciones de vida.
Ese proceso de desarraigo hacía nuestra idiosincrasia, ha tenido un fuerte impacto en la pérdida no sólo de nuestras costumbres y tradiciones, sino también de nuestros bienes comunes y recursos naturales.
Para que me entiendan mejor, es necesario que sepan, que nuestra cosmovisión garífuna se fundamenta en la convicción de la comunión de los elementos del universo, siendo el ser humano uno de esos elementos, considerado según su integralidad espiritual y material.
La comunión de los elementos del cosmos implica la interrelación que existe entre ellos: el infinito, el sol, la luna, las estrellas, la tierra, las montañas, los árboles, el agua en sus manifestaciones (mares, ríos, lagos, lluvia y otros), en fin, todo lo que nos rodea. En ese mismo sentido los seres espirituales tienen un lugar importante y una serie de jerarquías; entre ellos se encuentran los ancestros, quiénes no mueren, sino que viven y ocupan un lugar en nuestras memorias, y en el universo.
Por eso, cuándo nos alejamos de nuestra esencia cósmica, nos alejamos de lo que somos. Y cuándo dejamos de saber quiénes somos, es justo cuando comenzamos a perder todo lo que tenemos.
*Abogada; AfroFeminista y Defensora de Derechos Humanos.