Por: Diana Vallejo
En medio de la vorágine de voces clamando justicia y rectitud, miramos a veces lejos al que está contiguo, muy cerca, dejamos de escuchar su voz, pernoctamos en la comodidad de una preocupación donde estamos sólo expectantes, no verdaderos actores, cierto que hay quizás alguna con más incidencia, ¿pero los y las demás?.
Nos sume esa idea, de que nuestra opinión en las redes, es de verdad importante, y si bien lo es, depende hoy de la masificación, de los tweets, de lo viral que es. ¿Eso es vivir?
En esa multitud de traes y llevas, de deseos de libertad espectaculares, se difumina el presente, el aquí y ahora, se sacrifica la cercanía, el me importas tú, tu existencia, la vida que tienes en el pecho, que ama a su vástago, a la familia y amistades, confundimos las prioridades, es triste, patético, ya nunca estamos. ¿Estoy?
Por la vida de Karen desperté, su casi invisible auxilio en un post de facebook, me sacudió la modorra, y me dije, ¡Qué barbaridad, ella me necesita, nos necesita y por andar tan asida a la corriente masiva, he olvidado a los próximos, a una compañera, una mujer valiosa, una poeta que con su verso nos lleva a mundos extraordinarios, una ser humana, tan humana como yo, todo lo demás, es una riada política, que tiene sus hacedores, y yo no soy, no puede ser, a ella sí la puedo ayudar, puedo cambiar un poco para bien su suerte, puedo intervenir en la medida de mis posibilidades, puedo consolarla, avisar, decirles a todas, decirles; oigan Karen nos necesita, eso sí lo puedo resolver!
Todo lo demás, que si bien nos afecta, sabemos que no tenemos el alcance de decidir o cambiar, apenas opinar, opinar, opinar, hay millones de opiniones, una menos, un esfuerzo repetitivo, ¿Para qué?.
¿Acaso la vida de Karen, de tantas Karen, las próximas, tienen que quedarse quietos y sin atención, por el hambre de ser notorios, o de protagonizar un papel en la historia de nuestro país y el mundo? ¿No es acaso la fama, una herramienta de deslumbramiento y control de masas? ¿Se come la fama, o te comen los quince minutos de ella?
Ese es un papel catastróficamente imaginario y anónimo, donde no tenemos el poder de decisión, a menos que actuemos todos y todas a la vez, convoquemos o esperemos la convocatoria.
¿Pero y lo que está al lado, frente, o atrás nuestro? Hemos perdido el tacto, la piel es el órgano más grande del cuerpo, y no es casualidad, es tersa y necesitamos, mínimo ocho segundos de apapachos, un ocho que representa el infinito, nuestra proximidad, nuestra vida, vida tan frágil como la tuya, eso nos hace fascinantes, especiales, aprendamos a no darlo por sentado, por la vida de Karen, que gracias a que despertamos, la seguimos teniendo entre nosotros.
¿Acaso no es más humano, entender nuestros alcances y procurar actuar por amor, por decisión, por cercanía, en la medida de nuestras posibilidades?
Recordé al monje budista, quién explicó que el hogar es saber estar en el presente, si te tomas un Té disfrutar con todos los sentidos aquel Té, sólo entonces estamos en casa, hoy entendí, que sólo si notamos lo importante, y ponemos atención a lo aledaño, a lo que está con nosotros, sabremos estar de verdad vivos, disfrutar la plenitud.
Desconectémonos de la masificación y volvamos a mirar a los ojos, provoquemos una sonrisa desde el alma, volvamos a ver y querer, porque aquí estás, aquí veo al pájaro, toco la mata de plátano, me da calor el sol, me desordena el pelo la brisa, así es la estupenda vida que nos fascina y es tan incierta como el polvo, nos pertenece a medias, pero nos hace ser sentipensantes.
Me asusté, porque si hubiese continuado alelada por la masa de voces, no me hubiera percatado, de ese llamado de auxilio, por culpa de esa anestesia pública y festiva que aplaudo, pero que me diluye si lo permito, que si vamos a la tan esperada toma de posesión, o lo del congreso espurio, o estar pendiente más del nombre del Estadio, o de aquello o lo otro.
Me pregunto, ¿Estamos participando? ¿En serio?. Me percaté del peligro, casi paso por alto el tenue llamado de auxilio de una compañera, una amiga, no puede volver a ocurrir, mucho menos en mi espacio cercano, dónde puedo incidir.
¿Quién soy en la masa? ¿Soy?, no estoy en la marea salada de la política. Estoy aquí, con los y las personas valiosas de mi entorno, y si sumamos voluntades en el estoy aquí, y aquí actúo, desde arreglar un portón, educar a un analfabeto, preparar un plato de comida, arreglar un vestido, pintar tu casa, cobrar lo justo, sembrar un árbol, ¿acaso, no cambiaría para bien la gran masa y sus dinámicas?
¿Qué es participar? ¿Qué es estar despierto? Asumo que es el cuerpo que somos, la alegría de jugar, el poder resolver y querer a los y las cercanas, apreciar lo que nos rodea, que no me vuelva a pasar la locura de “let it go”, por la preciada vida de Karen, ojalá que la masa informática, no nos congele de nuevo la asertividad.
Claro, es importante informarse, pero siempre hay una Karen, una especial en éste caso como tú, que bueno que estás de vuelta, sana y salva, ¡qué bueno que nos despertamos!