Por Carlos Méndez
La sociedad hondureña querámoslo o no, a partir del golpe de Estado de 2009, vive una suerte de dictadura y autoritarismo que cierra un ciclo, al producirse las elecciones generales del pasado noviembre 2021, luego de más de 12 años que el Partido Nacional, y Liberal, controlaran el Estado hondureño blindados por poderes facticos, en cuenta el narcotráfico y empresarios extranjeros y locales.
Frente a esta realidad, cierto sector de la prensa “tarifada” o corrupta junto a dueños de medios de información o difusión masiva, jugaron un rol clave en la agenda mediática diseñada tal cual, para mantener al “guardián” del Ejecutivo en el poder quien se dio el lujo de cooptar la mayoría de medios electrónicos, incluyendo las redes sociales, y que tuvo como afán la de vender como buena, su imagen deteriorada, desde su propio germen y decadencia.
En todo ese tiempo, la prensa corrupta hondureña, jugó un papel decisivo para maquillar el rostro al “guardián Ejecutivo” y ocultar escandalosos actos de corrupción y prácticas nocivas en la emisión de leyes antipopulares que todos sabemos. De esta forma practicó dos técnicas de jugosas ganancias muy conocidas por la gente juiciosa: no abrir la boca para vendernos la falaz idea del “balance” en la noticia; abrirla descaradamente picoteando teclas en los ordenadores para descalificar a toda persona que se opuso a la dictadura y sus desmanes. Y aquí es donde chapotearon tiburones de medios de difusión con alto brillo metálico vistiendo la camisola 10 en corrupción e impunidad igual que sus corruptores. Algunos “periodistas” inclusive, hoy, están en la lupa de la propia UFERCO del MP a través de un expediente denominado Hermes (el Dios de los ladrones en la Antigua Grecia).
No es nada nuevo. Un sector de la prensa en Honduras, con honrosas excepciones, se desvió de su camino ético desde hace muchísimo tiempo, en su tarea obligada de construir democracia. Y no defendió los intereses genuinos del pueblo; porque se dedicó al oficio de corromperse al son del “tilín tilín”, en maridaje vergonzoso y punible con el poder público gubernamental, ante una escasa veeduría social, pero también de espacios reflexivos en la Academia, como de la propia sociedad civil, que fue víctima de aquella.
Ante lo descrito, entre otras cosas, es congruente la idea de desarrollar programas educativos en poblaciones enteras para lograr hacer comprender, cómo nos manipulan o nos “educan” desde los medios de desinformación masiva, tanto la radio, tv, e incluso las redes sociales. Es tarea para las instituciones cuyo quehacer es la de generar procesos de Educación y Comunicación popular hacerse cargo de este desafío tan necesario de cubrir con seriedad. Y de aquí, la sociedad entera podría convertirse en un celoso vigilante de los productos mediáticos difundidos, lo mismo que exigir un gobierno incorruptible ante cierta prensa; que cultive una relación ética y transparente con ella, sin cercenar la libertad de expresión que no solo es un derecho de la prensa y los trabajadores de la comunicación formal, sino la de todo ciudadano, hombres y mujeres de todas las edades.
La llegada de un nuevo Gobierno, el de Xiomara, no nos dice nada, todavía, sobre la relación prensa y poder público. Solo hay dudas. Tampoco nos dice mucho, la apertura de un puesto de trabajo para un Secretario de Prensa, ni el nombramiento del comunicador popular “Perro Amarillo” o, Milton Benítez, como asesor de Comunicaciones. Sin embargo, las responsabilidades son del tamaño de las expectativas del pueblo, sobre esta nueva gestión gubernamental. Pero las pupilas de este “gentillal de gente”, poseen una poderosa mirada y de la buena. No la subestimen.
Un sano consejo es que el gobierno pueda lograr un pacto de autorregulación ética en la prensa y de pleno respeto a la libertad de expresión. Es cierto que hay una prensa corrupta que buscará las técnicas viciosas en la que nadaron siempre. Pero es mejor lidiar de manera talentosa, con este tipo de prensa que una, en general, silenciada. Es más saludable para la democracia y el desarrollo de cualquier país.
Esta sugerencia vale más de 1.7 millón de votos que apostaron en las urnas, por una vuelta de timón para reinventar un nuevo país.
¡Si se puede!