Por: Irma Becerra

La civilización no clama por la barbarie de nadie, sino por su relacionalidad, y esto es algo muy distinto, opuesto y contrario a la violencia, la guerra y la brutalidad antihumanas.
La utopía relacional, como aquí entendemos a la utopía, es aquella que distribuye y ontologiza en la historia humana y de la naturaleza en general, relaciones de proximidad, cercanía y unión entre todos los seres vivos del planeta Tierra, y especialmente, entre los seres humanos entre sí. Ello, con la finalidad de que dicha unidad indisoluble les aproxime más a todos por igual, hacia el bienestar y los intereses comunes de toda la especie. En este sentido, la civilización humana que clama por la relacionalidad y no por la barbarie insiste con mayor profundidad en la posible conversión del hombre y el ser humano en un ente más humanizado, más pacífico, más armónico y más convivial. Se trata del advenimiento de una “razón cordial” y de simpatías y empatías mutuas, como la ha denominado la filósofa española, Adela Cortina.
De igual forma, la esperanza en sentido laico, no solamente nos habla, como lo hace la esperanza cristiana, de esperar por el Encuentro Absoluto con Dios en el más allá en la vida eterna, sino que nos habla de esperar activamente en la movilización organizada de los individuos sociales y los pueblos por el Encuentro entre todos los Seres Humanos en la Tierra, en el aquí y ahora, por la comprensión que se compadece del sufrimiento propio y ajeno entre los hombres, por el encuentro desde un aquí en la historia que continuamente debe evolucionar hacia un presente y un futuro superiores.
Desde esta perspectiva, la utopía y la esperanza laicas convergen juntas en una Ontología Relacional como su continuo y permanente horizonte de sentido, desde el cual las personas sienten y comprenden que el ser ontológico más importante está estructuralmente organizado en relaciones y que en el caso de los humanos, son las relaciones humanas la suprema categoría de dicho ser.
El mundo habitable es pues, aquél, en donde dichas relaciones humanas consisten en un mejor trato entre las personas entre sí, un llamado a la comprensión y entendimiento mutuos, y una superación absoluta de los tipos de violencia que no impliquen la autodefensa justificable ante un violento. Por eso, todo aquél que pregone violencia contra los demás cosechará violencia contra su propia persona. Todo aquél violento que exija a los demás que le “demuestren que se encuentra equivocado”, sólo atraerá una reacción violenta hacia sí mismo por dicha provocación que él mismo ha inferido y concretado en palabras y acciones.
La utopía y la esperanza laicas, como conceptos complementarios, desembocan en la Ontologia Relacional del Ser que no solo promete un mundo mejor, anticipándose con ello al futuro, sino que enuncia desde la acción y la palabra presentes la incuestionable posibilidad de toda la Humanidad de evitar las guerras, de proclamar la paz mundial, de no provocar conflictos innecesarios, de no lastimar, herir, golpear, humillar ni denigrar al prójimo, porque este es siempre nuestro más próximo semejante y hermano o hermana.
Como señala, Joao Batista Libanio: “La utopía anima al humanismo político que pretende construir en la historia, exclusivamente a través de la acción política, una Humanidad perfecta. La esperanza alimenta al humanismo mesiánico que sabe que las verdaderas construcciones humanas son mediaciones de la acción de Dios que se planifican más allá de la historia”. En este sentido, desde la utopía y la esperanza relacionales que no niegan la esperanza y la utopía cristianas, es que apelamos al pueblo de Israel y a sus políticos y dirigentes, así como al pueblo palestino y a sus dirigentes de Hamás, a que se unan a la utopía que exige la creación de dos naciones independientes, Israel y Palestina, y a la esperanza que nos establece que sólo la paz absoluta y total entre los pueblos nos garantiza una mediación o encuentro absoluto con Dios más allá de la historia.
Hoy, viernes 12 de septiembre de 2025, 142 naciones en las Naciones Unidas, con 10 votos en contra y 12 abstenciones, han votado por la creación de dos Estados independientes en el Medio Oriente: Israel y Palestina. Falta que voten con igual determinación por la finalización de la guerra de Gaza y las guerras en todo el mundo.
De igual forma, instamos a la comunidad internacional y especialmente a Europa y a Alemania, a que exijan con vehemencia a los actores y actrices, cantantes, músicos, artistas, directores de orquesta, escritores e intelectuales (especialmente de origen judío), etc. para que se pronuncien de forma clara y contundente contra esta guerra en Oriente Medio que está asesinando a mujeres, niños y ancianos y tantos hombres a los que se les ha desprovisto de utopía y esperanza. Esta acción de paz mundial no es, de ningún modo, una muestra de antisemitismo en el caso de la exigencia a los judíos o israelitas, porque la exigencia de la paz no tiene nacionalidad específica, es de todos y para todos. Esperemos un tiempo mejor para la Humanidad, porque hay una utopía relacional lumínica ¡en marcha!
Irma Becerra
Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.