miércoles, marzo 27, 2024
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La democracia en los tiempos del pánico

Por E. Raúl Zaffaroni y Guido Risso

En este artículo E. Raúl Zaffaroni y Guido Risso  analizan el peligro que la irrupción del coronavirus podría representar sobre nuestras libertades, pues si a nivel global las democracias vienen experimentando una progresiva fragilidad, la situación de una pandemia puede significar un nuevo impacto sobre ellas mediante el regreso de viejas prácticas propias de los Estados de policía.

La irrupción del coronavirus ha desatado un clima de pánico y alarma global similar al vivido luego del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 en los EEUU, en donde la vida de cualquier persona pendía de un hilo frente al peligro inminente de nuevos ataques terroristas masivos.

Actualmente, pareciera que si no cedemos ciertos derechos y no restringimos algunas libertades, el coronavirus arrasará con todos nosotros.

En estas circunstancias cuasi-apocalípticas, nuestra intención es solo analizar cierto peligro que la situación podría representar precisamente sobre nuestras libertades, pues si a nivel global las democracias -desde hace tiempo- vienen experimentando una progresiva fragilidad, la brutal irrupción del coronavirus puede significar un nuevo impacto sobre ellas mediante el regreso de viejas prácticas propias de los Estados de policía, en los cuales no hay límites normativos que detengan el avance sobre los derechos y las garantías de las personas y los pueblos.

Estas palabras dejan de ser una mera predicción académica, desde el preciso momento en que varios países europeos de basta tradición constitucional, están adoptando directamente medidas penales para controlar la propagación del virus. Es decir, están aplicando fuertes controles policiacos y hasta penas de prisión para quienes no cumplan con ciertas disposiciones u ordenes administrativas.

El punto es que ante este tipo de situaciones criticas debemos estar especialmente atentos al resurgimiento de ciertos discursos que, legitimados frente a una gran amenaza que pone en riesgo a la humanidad, relativizan la distinción entre Estado de policía y Estado de Derecho.

Lamentablemente, los discursos regresivos en materia de derechos y libertades no son para nada originales, basta con recordar que en los últimos siglos se han invocado toda clase de amenazas que ponían en riesgo a la humanidad para justificar el ejercicio de poder y control social: desde el diablo y las brujas al comunismo internacional, desde una amenaza nuclear al terrorismo islámico. A través de ellos se legitimó el avasallamiento sobre la libertad, la intimidad e incluso la vida misma de las personas.

Sucede que históricamente todo avance autoritario busca una amenaza a la cual primero magnifica y luego manifiesta que es necesario contenerla de un modo u otro a fin de proteger a la humanidad.

Se advierte aquí una característica definitoria del autoritarismo, el cual mantiene siempre la misma estructura, pero cada determinada cantidad de tiempo remplaza la vieja amenaza por una nueva para legitimar la transgresión de los límites constitucionales.          

Lo relevante de este mecanismo de control social no es que se repita a lo largo del tiempo, sino que funcione en el marco de las democracias constitucionales, es decir, dos siglos de constitucionalismo y todo un desarrollo global en materia de derecho internacional de los derechos humanos no han sido suficientes para detener estos avances contra las Constituciones.

En síntesis: siempre a una amenaza le seguirá otra, el punto es que el Estado de derecho, el constitucionalismo y las democracias no cedan ante ellas.

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