Por: Naama López
Edición: Lo que callamos Las Negras.
Soy Paola Barahona, y estoy segura que ser madre siempre ha sido y será un reto para cualquier mujer en el mundo. Esto más si somos madres solteras, estudiamos, trabajamos e intentamos tener un poco de vida social. Ahora a eso me toca también agregarle otra dificultad «SER MADRE BLANCA DE UNA NIÑA NEGRA».
Una cuestión que no está implícita en mí, porque la cosa que más amo en el mundo es ser madre de mí hija. Pero si hay dificultad de criar una hija (sin importar etnia) en un mundo tan complejo y con una sociedad tan discriminativa y protectora de estereotipos que nos complican a cualquier madre poder formar niñas en mujeres seguras de sí mismas, capaces de amar cada rasgo y detalle de sus cuerpos y de su cultura. Digo esto, porque como podrán apreciar en las fotos, mi hija es negra, mezcla entre una mujer ladina (yo) y un garífuna (su papá).
Y sí, es mí hija, producto de mí vientre. Sin embargo la diferencia de tonalidad de piel y sus rasgos físicos no encajan en el patrón de MADRE-HIJA que muchos quieren imponernos. Y es que, en muchas ocasiones cuando salgo a la calle y mi hija me acompaña siempre surge la típica e imprudente pregunta ¿ES SU HIJA? y al responder con un tajante SÍ, surge la siguiente cuestionante: ¿POR QUÉ ELLA ES NEGRITA Y USTED NO? Son preguntas que a mí parecer no se deberían de hacer. Ya que, si en la primera te dije que si es mi hija, el resto no debería de importarte. Es decir, a mí hija la concebi de forma natural y yo la parí.
Pero hay mujeres blancas que adoptan hijos negros, y eso no las hace menos madres. Por lo tanto es momento de educarnos y evitar hacer preguntas que pasan de ser imprudentes a estúpidas. Para que me entiendan mejor, les contaré una pequeña anécdota. Dónde yo vivía tenía un vecino garífuna-negro y llegaba una muchacha siempre a vender comida al vecindario, y pues en una de esas tantas ocasiones, me vio con mi hija y me dijo, que bonita ¿USTED LA CUIDA? me sonreí y le dije ¿USTED PIENSA QUE YO SOY LA NIÑERA? Y contestó «SI, yo supongo que ella es hija del negrito de allá abajo». Por un lado creo que la imprudencia no le permite a la gente analizar sus palabras, antes de decirlas.
Por otro lado al parecer muchas personas no sé percatan que existe el amor interracial, y producto de ello habemos muchas familias con mamás “blancas “ y con hijos “negros” y viceversa. Creo que con el pasar de los años eso ya debería ser normal, y no una situación de asombro, ya que justamente esas mezclas son las que han colaborado en cierta medida en disminuir las desigualdades o separación entre etnias o culturas. En mí caso, a mi hija la veo nada más como mi hija, no veo un color, solo veo a un ser humano que salió de mi, que se hizo producto del amor que tuve con una persona y que simple y sencillamente es mi BEBE.
Pero estoy segura que durante su crecimiento ella si va a ver un color, y va a apreciar la diferencia de rasgos, y no porque yo se lo haga ver o saber, sino porque las PREGUNTAS IMPRUDENTES nunca van a terminar. La sociedad en general se va a encargar de hacerle ver las diferencias, se encargaran de decirle que es diferente a mí. Le preguntaran de dónde es, porque su mamá es blanca y ella no. La cuestionaran si sabe bailar, o habla garífuna. Y van a procurar imponerle cánones de belleza para hacerla sentir parte «de».
Porque lastimosamente en la sociedad en la que vivimos llega un punto en el que, el color de nuestras hijas comienza a tomar una relevancia en los espacios sociales, algo a lo que nosotras (blancas) no estamos acostumbradas, pero que vamos aprendiendo por el camino y de las cuáles debemos crear soluciones como formas de resistencias. Espero ser una guía para ella cómo madre, pero también como canal para que se conecte con su cultura. Porque estoy segura, que es ahí donde encontrará más elementos para amarse a sí misma, tal cual es. Una niña garífuna hija de dos culturas distintas.
