jueves, marzo 28, 2024

Ay, los indios

Por: Víctor Manuel Ramos

Ay, los indios. Sí, porque siempre fueron y son los maginados. Ellos son las principales víctimas de este fracasado y desvergonzado país, sin dignidad ni patriotismo, desde que Colón arribó a nuestras costas y les ofreció espejitos y baratijas a cambio de oro. La conquista escenificada por los españoles les arrebató su tierra, su libertad, su cultura, su religión, su lengua, su arquitectura y los convirtió en parias, en animales –primero- hasta que, por fin, algún organismo de la Corona española se enteró de que también eran humanos, lo que no evitó que siguieran sometidos.

Aquí reivindico a la Reina Isabel La Católica que ofreció cárcel y castigos mayores a quieres retuvieran, en el territorio de España, a indios esclavizados y en contra de la voluntad de los mismos indios. Desgraciadamente, para los indios, la Reina murió y todo quedó igual que antes, hasta que apareció Fray Bartolomé de Las Casas y medio remedió la situación.  Les quemaron vivos a quienes se negaron a convertir en su verdad los evangelios, los azotaron y los sometieron a torturas infamantes y a la esclavitud solapada. Les arrebataron sus tierras, las minas, los templos, la libertad.

Les inventaron historias absurdas como la de la virgen de Suyapa para reemplazar con un pedazo de palo a los dioses ancestrales tallados en piedra. Les despedazaron sus ídolos y les quemaron sus libros sagrados. Diego de Landa relata esta iniquidad y se solaza de ver a los indios humillados cuando observan arder las hogueras que consumen sus textos sagrados. Los indios no saben nada de todo esto. Les han cerrado la mente para que noven, ni  oigan, ni toquen. Para que no sepan que hay otro mundo mejor que no está precisamente en el cielo.

La independencia no fue la liberación de los indios. Ni la del pueblo hondureño, para que nadie crea todavía en cuentos de hadas. Ese acto burlesco del 21 de setiembre de 1821 solo fue un traspaso del poder de la corona española a los caballeros feudales que habían gobernado estas tierras en nombre de España. Es más, el Capitán General Gabino Gaínza continuó como Jefe Político.

Morazán intentó liberar verdaderamente la patria, pero fracasó y terminó fusilado. Contra él levantaron a los indios estupidizados por los curas que les hicieron creer que Morazán era el demonio, que envenenaba las aguas, que sacrificaba la iglesia porque les arrebató los monasterios, los diezmos y porque estableció el Estado y la escuela laicos y el matrimonio civil (los pastores perversos quieren volver a esa época de ignominia, apoyados por muchos indios, ¡Qué ironía!); porque impulsó la escuela y proclamó la igualdad.

El crimen cometido, en Ilama, en contra de los Cano, exsoldados de Morazán, es un ejemplo de la maldad con que han tratado, los feudales que han tenido el poder en Honduras, a los aborígenes. Los Cano fueron asesinados por los mismos indios porque les hablaron de las ideas libertarias de Morazán, a quien, como he dicho antes, los curas consideraban era el mismo satanás.

Tampoco la democracia falsa tutelada por los militares que nos impusieron los yanquis, salvó a los indios. Siguieron como ahora en el abandono. No los ha considerado, el poder electo por el pueblo (?) como parte de nuestra nacionalidad. La democracia les dejó en donde por siglos estuvieron: en la miseria y el abandono. A ésto se sumó la persecución, la cárcel y el asesinato porque algunos se dieron cuenta de su realidad y se unieron para protestar.

Les ha pasado lo que a Canek, cacique mexicano que fue asesinado por protestar contra los españoles. Esa misma suerte tuvo Bertha Cáceres, porque defendió un río, el agua, los lugares sagrados, la dignidad, los derechos consignados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Documento que ratifica, por parte de la ONU, los derechos de los pueblos originarios. Muchos nombres indígenas glorifican nuestra historia, pero las escuelas, las calles y las plazas no llevan sus nombres, sino los de los delincuentes como Rafael Leonardo Callejas.

La vida republicana –digo republicana solo como identificación del período entre el 21 de setiembre de 1821 y nuestros días- no trajo una vida mejor para los indios Los traidores que nos han gobernado los utilizaron como carne de cañón en las levantiscas y escaramuzas que protagonizaron los traidores a la patria que lograron –echando a pelear hermanos contra hermanos: más propiamente dicho: indios contra indios (no olvidar el hermoso cuadro de Zelaya Sierra), idiotizados hasta el tuétano con alcohol y fanatismo partidista y religioso.

No podré olvidar que los indios de Intibucá se liaban a machetazos hasta que se desmembraban y se morían desangrados, en pleitos porque uno era liberal y el otro cachureco. La única dignidad que tenían antes de morir era echar vivas a los responsables de su mise ria y de su odio enfermizo: viva el General Carías, Viva Changel Zúniga Huete o Viva Pajarito.

Cómo olvidar a los indios Guardias Civiles asesinados en su cuartel luego del golpe de Estado pactado por Pajarito con Oswaldo López Arellano y el Embajador Burrows de Los Estados Unidos: estaban desarmados porque el gobernante liberal les había despojado de sus fusiles unos días antes del acto criminal de López Arellano. Décadas después de que Carías dejara el poder, los indios tenían como grito de borrachos echar vivas al General Carías.

Esa misma miseria de  los indios avasallados es la miseria mental de algunos periodistas que insisten en llamar Tiburcio Carías, el nombre de un tirano glorificado por los lame botas- al Estadio Nacional, a pesar de que en estadio no dice así; y, Manuel Bonilla, al Teatro Nacional, sabedores de que Manuel Bonilla fue, según los cachurecos, el fundador de ese partido nefasto para la historia de Honduras, llamado, paradójicamente, Partido Nacional: responsable de entregar las tierras fértiles de la Costa Norte a los gringos y de entregar la dignidad nacional al gobierno norteamericano, a cambio de unos cuantos fusiles y de un barco de la marina yanqui anclado en cualquier puerto de Honduras para garantizarles el asalto al poder que en verdad nunca tuvieron porque gobernaron bajo mandato yanqui, en contra de Honduras, de su pueblo y de sus indios. En la fachada del Teatro solo hay una TN que  quiere decir Teatro Nacional

En Intibucá los indios siempre fueron discriminados y orillados. Vivieron en la miseria total y se les despojó de sus tierras. El Estado promovió su alcoholización para que no dejaran de ser siempre machos, para que se mataran entre si y para que engrosaran las huestes levantiscas. Durante la época del servicio militar obligatorio se les cazaba como a animales y les entrenaban para ser enemigos de sus hermanos indios a quienes han reprimido con tolete y bala: esos mismos indios ha recibido a la marcha que vino desde Intibucá a reclamar sus tierras, el respaldo del Estado. Pretendían hablar con el Presidente autonombrado, porque ilusamente creen que la presidencial es la casa del pueblo. No les dejaron pasar y a algunos les enviaron al hospital.

Durmieron a la intemperie. Mientras los indios soldados les miraban con furia y odio, fusil en mano, lacrimógena  con el seguro listo para quitarlo, tolete dispuesto para apalear cabezas y espaldas. La misma escena de cada 3 de febrero cuando vienen y duermen frente a la Basílica de Suyapa, como animales, en el llano, expuestos a los ladrones y delincuentes que les engañan, les roban su dinero o se lo arrebatan con engaños a cambios de estampitas y medallitas de latón que sustituyen a los verdaderos y ancestrales dioses del tiempo maya.

El colmo es que estos compatriotas indígenas no son permitidos en la basílica cuando el usurpador va a la misa de la virgencita porque como son levantiscos y dan mal aspecto echarían a perder la solemne misa oficiada para traidores, atracadores del fisco, narcotraficantes, represores de los pueblos, de los indios; asaltadores del poder. Mel llamó a los indios a Casa Presidencial: les abrió las puertas y los hizo sentarse en el Salón principal.

La burguesía y la prensa chilló porque  los indios eran tufosos, mal vestidos, dijeron que dejarían las sillas olorosas mierda y se limpiarían los mocos en el caro cortinaje. A Mel, como dicen los chavos, le valió. Luego trajo al cacique Tolupán. Le preguntó que deseaba y este hombre humilde. Él, lleno de dignidad, no pidió una chamba burocrática, ni dinero, ni favores. Pidió un burro para su trabajo. Mel trajo el burro desde Comayagua y se lo entregó.

La prensa y la burguesía feudal de Honduras aullaron y ridiculizaron al noble burro cuando lo bautizaron como Palmerolo. La presna se enteró y lo divulgó cuando Palmerolo murió. Fue un “hit” noticioso. De lo que nunca se enteraron, o si los sabían se hicieron los papos y callaron hipócritamente, fue que el cacique tolupán vivía, junto con sus súbditos, en una miseria asombrosa. Cuando yo les visité para validar mi diccionario, él estaba enfermo, tirado en la pocilga de una casucha, de esas a las que Ricardo Álvarez califica como vivienda digna.

No tenía con que comer, no tenía medicinas. Pero tenían una iglesia protestantes que les ha lavado el cerebro y les ha hecho creer que el dios de Israel es su dios, que ni el mismo dios se lo cree porque no hace nada para superar esa miseria, la expoliación de sus bosques, de su tierra, de sus vidas (muchos son los asesinados por los atracadores), de su dignidad como pueblo.

Los indios vinieron a pedir condonación de deudas que no pasan de 30 mil lempiras, deudas por las que están a punto de perder sus casas y su tiera. La razón de la mora: los cultivos son un fracaso porque los grandes y poderosos talaron los bosques, se hicieron ricos y echaron a perder el clima y los ríos. El gobierno ha respondido que no tiene en sus planes ninguna condonación, pero antes perdonó deudas multimillonarias a Pepe Lobo y a otros terratenientes semi feudales, dueños ilegítimos de Honduras; es más, Lobo, también responsable de la tragedia de Honduras, ahora quiere convertirse en héroe nacional y pretende volver a dirigir la política de Honduras (No es remoto que algunos indios le acuerpen y voten por él).

No son capital político los indios para nuestros políticos –algunos narcotraficantes y traidores a la patria. No cumplirles, no verles como ciudadanos que tienen plenos derechos a la protección por parte del Estado, les tiene sin cuidado. Saben que en el próximo proceso electoral votarán por ellos, aportarán el voto rural que es el que realmente decide en la farsa electoral que fundamenta la democracia santificada por los yanquis.

Los indios votarán en contra de los comunistas, de los que se comen a los niños, de los que predican en contra de la sacrosanta iglesia católica y la muy norteamericana iglesia cristiana –la misma de Trump que nos considera a todos los catrachos como delincuentes-, en contra de los ateos engendros de Satanás. El mismo discurso que se utilizó en contra de Morazán.

Cuando era niño vi a los caudillos políticos –eran caudillos por el terror- llevaban a los indios, como si fuesen animales, a La Esperanza, les encerraban en una especie de corral, que en un tiempo fue La Plaza Candelaria, de la que era dueño don Rodolfo Z. Velázquez, y los llevaban,al día siguiente, a votar con la papeleta marcada, en fila india y con vigilancia estricta para que no fueran a cambiar el voto. Había intrépidos que no sé cómo votaban por el Partido Liberal. La recompensa era guaro y tamal de viaje con frijoles. Una vez borrachos se volaban la cabeza entre ellos a machetazo limpio. Ya habían votado.

Fui testigo de la cacería de indios para el servicio militar obligatorio. ¡Hay hondureños que añoran esa época de ignominia! Realmente solo era obligatorio para los indios pues sus vidas eran consideradas inútiles. Conocí a un niño  que vivía en una aldea cercana llamada El Pelón. Durante una visita que les hicimos en El Pelón, solo tenían sal para comer. Mamá me envió de dejarles comida. Cuando Xenón llegó al tercer grado pidió a sus papas que le permitieran seguir en la escuela.

Mamá lo matriculó en la escuela para indio y él venía todas las mañanas, luego de un recorrido a pie de unos 4 kilómetros y regresaba por la tarde. Traía su comida para almorzar que era realmente miserable. Mamá compartía con él nuestra comida. Xenón fue reclutado cuando era solo un niño y su vida se perdió en la guerra con El Salvador, guerra en la que los militares demostraron su incapacidad para defender el país.

Tan discriminados y marginados fueron los indios en La Esperanza que los ladinos se segregaron y fundaron su propio municipio con tierras que eran de los indios  y que pertenecían al municipio de Intibucá.   Entonces, los indios iban a la escuela para indios y los ladinos a la escuela para ladinos; los indios iban a la iglesia de los indios y los ladinos a la de los ladinos.

Pero los curas de Intibucá y las mismas autoridades municipales indígenas no respetaron a los indios: les prohibieron el baile del guancasco con chirimía, tambor, máscaras y bandera roja en el atrio de la iglesia de Intibucá; les destruyeron la plaza de Lempira en donde hacían sus carreras de patos en honor a sus creencias religiosas –un catolicismo en sincretismo con las creencias precolombinas. Ahí el supuesto progreso construyó una plasta de cemento  amurallada, que llamaron cancha deportiva para que los ladinos jugaran basquetbol y los indios se olvidaran de sus ceremonias. No sabría decir si les arrebataron su gobierno indígena llamado de la Vara alta.

Los curas y pastores –porque desgraciadamente ahora los pobres indios han caído en las garras delincuenciales de las religión cristiana o protestante.que proclaman el derecho de los judíos a las tierras ancestralmente habitadas por los palestinos, de las cuales han sido sacados por la fuerza, mediante el asesinato y la destrucción de sus casas para instalar colonias judías- no reivindican el derecho que los indios tienen a sus tierras, de las cuales son sus legítimos dueños desde antes de la llegada de Colón, si usamos la misma explicación que tienen para el derecho de los judíos.

Por el contrario, curas y pastores protegen a los terratenientes, a quienes se apoderan de las tierras de los indios de manera fraudulenta, de quienes creen que un título fabricado deshonestamente por  un abogadillo y un juez corrupto está por encima de los títulos ancestrales. Pero, qué desgracia, los terratenientes dan más diezmo y una mejor limosna. Los indios son pedorros y no usan papel higiénico (Nunca ha habido por tal motivo una alharaca de nuestra prensa como cuando dijeron que no había papel higiénico en Venezuela).  Ahora resulta que el título de un árabe  tiene más validez que un título ancestral en posesión de los indios.

Ay, los indios. Ellos lo que quieren es solidaridad no que la hagamos de héroes en el Face Book con insultos a para dama del presidente autoproclamado –que no es la primera dama del país, pues ese título lo merece Berta, Clementina, la Chona, Juana la Loca y otras heroínas nuestras; Ana es la primera dama de JOH, solamente- solo porque viste los atuendos que ahora han popularizado su uso los indios de Intibucá. Que, por cierto, lo aclaro, no son prendas tradicionales lencas; decir esas cosas no contribuye a la verdad histórica y si a la falsificación de la tradición.

Hará unos diez años, o quizá unos cuantos más, los indios fueron entrenados por los indios guatemaltecos para hacer esos tejidos que hora nos quieren presentar como parte de la tradición lenca. Los indios intibucanos solo sabían sembrar maíz y frijoles, pataxte y chinapopos, mediante las técnicas ancestrales del guisute, cosechaban moras silvestres y también abusban del guaro, la chichita o fresquito y la cususa clandestina.

El verdadero atuendo lenca cristiano era el tapado, un lienzo negro que las mujeres usaban para ir a la iglesia o salir a la calle. Las ladinas lucían rimbombantes chalinas. Y hacían sus casitas de bahareque, con techo de paja o teja. Una sola habitación con la hornilla en el centro para calentarse mientras dormían en camas de varas –llamadas por ellos tapexcos. Es decir, la desnaturalización humana llevada a su grado máximo. Muy pocos hacían alfarería. Vestían con pantalón y camisa de manta, no usaban calzoncillos. Las mujeres se cubrían cubrían con vestidos de manta de colores vistosos adornados con cenefas; esos vestidos llegaban hasta el tobillo.

Los calzones, ahora llamados blúmeres, eran de manta y el elástico era un hule de neumático. Los que podían usaban caites, la mayoría era chuña (descalzos). La miseria, ahora, a duras penas, les permite usar chancletas de plástico o zapatos de hule.

Pero algunos progresaron, no necesariamente con los cultivos de maíz y frijol –que yo considero la causa de la miseria de nuestro pueblo- sino porque, luego del golpe de 1963, los comandantes militares golpistas estimularon el cultivo de la mariguana; para eso usaron a algunos indios de confianza, traidores a su cultura, a su misma religión y a sus hermanos.

Al ver que eso era bueno porque producía dinero otros indios siguieron el ejemplo. Éstos dieron la oportunidad a las autoridades para hacer saber que estaban aplicando la ley y les persiguieron y les encarcelaron. Aquellos protegidos se hicieron ricos, dirigentes políticos, hombres honorables como don dinero y lograron puestos importantes. Convertidos en nuevos potentados lograron casar a sus hijos y a sus hijas con los ladinos que solo eran apariencia.

Los indios están protestando. Exigen se respeten el derecho que tienen a sus tierras. Exigen apoyo para sus cultivos, yo diría una orientación técnica para reorientar la agricultura nacional hacia otros rubros más productivos, pues el maíz, el frijol y el café muy pronto no podrán cultivarse por el cambio climático. Exigen condonación de sus deudas pírricas.

Exigen que el Estado vuelva su mirada hacia ellos como ciudadanos amparados por la Constitución y las leyes. Exigen respeto, dignidad, progreso y que se valoren sus costumbres. Dejemos que la mujer del autoproclamado presidente se vista como quiera. Nosotros apoyemos las causas justas de los indios, vayamos a las calles a reivindicar sus derechos atropellados para que sean hondureños como todos, deseosos de  libertad, democracia y autodeterminación.

Deseosos de que se acabe la intervención yanqui o de cualquier potencia y que podamos construir una democracia libre de fraudes, componendas y  narcotráfico. Porque así como los indios son humillados, perseguidos e ignorados, la mayoría de los hondureños estamos en similar situación. No nos hagamos ilusiones. Porque indios somos todos.

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